Mauricio Botero Montoya | El Nuevo Siglo
Lunes, 10 de Agosto de 2015

COSTO DE ELECCIONES

El perfil de los candidatos

La  estructura de la política colombiana, tal como alguna vez lo sostuvo López Michelsen ante lo ocurrido con la elección de Ernesto Samper, fomenta la corrupción. El costo de una elección para cada aspirante supera con creces lo que éste devengará en todo su mandato…

 La ayuda financiera de los partidos vía el aval ha entrado en ese mercado. Mientras no se encare el asunto seguirá el descontento. Es una estructura que privilegia el dinero sobre lo demás y socava la democracia. En los principales departamentos varios aspirantes de ambos géneros con enredos probados o con indicios graves de cercanía criminal están avalados y confiados en la tardanza de un fallo que los lleve presos. Se escudan en la morosidad atávica de nuestra justica (así se llama) para embaucar a los electores. Se degradó el rasero de liderazgo entusiasta al bajísimo estándar del Código Penal argumentando que la ética no existe. Y es bien sabido que en la mente criminal la noción de ética está  diluida o es inexistente. Ese entonces es su mensaje.

Otro aspecto es la propia carrera de los aspirantes que no siempre sale a la luz debido a la carencia de visión histórica en el currículo educativo y que se suele atribuir a la mera falta de memoria de los electores. Ningún medio ha dicho, por ejemplo, que el candidato a la alcaldía bogotana, Rafael Pardo ministro de Defensa de Cesar Gaviria, firmó el decreto que daría origen jurídico a las Convivir de Álvaro Uribe y que llevaría a pasos contados a los “falsos positivos”. Y a los cuatro mil cadáveres de gente pobre e inocente, gracias al ministro, también de Defensa de Uribe, Camilo Ospina que ha hecho mutis por el foro. Pero como eso es considerado un crimen de lesa humanidad en el mundo civilizado, seguirá recordándose aunque aquí no aparezca en el currículo.

 El actual arreglo con las guerrillas exige develar la verdad de sus crímenes, y los del Estado. Y de las potencias que las facilitaron tal como los consumidores norteamericanos, o la URSS. Ya hay un consenso en que esa verdad incluya la versión de las víctimas y se establezca la responsabilidad. Si la justicia transicional puede modular la pena judicial e incluso perdonarla, la sociedad no puede olvidar. Por cuanto sería vaciar de sentido una experiencia enriquecida por el dolor constitutivo de nuestra nación y nuestra historia. Los esfuerzos de los historiadores independientes y de algunas universidades para impedir el olvido no es detrimento para la paz. Es más bien su fundamento real, que evoca la recomendación bíblica y psicoanalítica, “la verdad nos hará libres”.