MAURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 4 de Marzo de 2013

El papa y la santa

 

“La canonización ha pasado a un segundo plano por la renuncia pontificia”

Si el mundo no se siente perdido es difícil predicar una salvación. Hay crisis en las religiones. Las estadísticas de Barnett sobre los credos y el número de feligreses de fines del siglo XX siguen una tendencia decreciente. Otras fuentes toman como índice la natalidad y afirman muy risueñas que la religiosidad va en aumento.

Pero ante una pregunta decisiva cómo ¿Es usted practicante?, la  otrora católica España sólo reporta el 18% afirmativo…

El siglo XXI parece haber derribado a Dios de su trono. Lo esencial es lo contingente. Las preguntas últimas se posponen, se ignoran. Se trata de una tendencia centrada en una nueva sensibilidad, en donde todo es excesivo pero sin intensidad. Una sociedad del espectáculo, de superficie. La tecnología sustituyó a la metafísica. En ese contexto se produce la renuncia del pontífice romano a sus 86 años.

En los medios masivos su papado aparece teñido por el escándalo. Pero hasta donde pudo, enfrentó al pedófilo cura Maciel fundador de la poderosa orden “Los legionarios de Cristo”. También enfrentó al secretario de Estado, cardenal Sodano y a otros amigos protectores de Maciel como Darío Castrillón, que por su edad se salvó de las protestas públicas contra otros cardenales que si votarán en el Cónclave.  Los Legionarios, llamados por los mexicanos del común “Los millonarios de Cristo”, debieron responder la denuncia que en Connecticut un hijo carnal del cura Maciel le instauró por incesto, unida a otras decenas de sacerdotes y ex seminaristas. Los Legionarios empero insultaron nueve años más a las victimas…

En suma, escandaloso como ha sido el comportamiento de una minoría del clero, la iglesia católica, protestante, judía, tiende a la mengua.

Benedicto XVI tras renunciar deja la borrosa impresión de haber sido más enérgico en condenar a teólogos adversos a sus tesis, como el respetable Hans Kung y a Leonardo Boff, que a verdaderos delincuentes mitrados en finanzas que por supuesto jamás han escrito algo teológicamente discutible. Un asaltante no anda discutiendo sobre derecho Constitucional, ni le importa. Pero ese énfasis en lo intelectual que caracteriza al hoy papa Emérito no le impidió acelerar el retiro de más de 80 obispos, y varios cardenales por motivos no revelados en la llamada “limpieza silenciosa”. Y como no hay que juzgar tras los hechos ya que ellos son el mensaje, el papa dimitió. Justo en la ceremonia de canonización de la colombiana Laura Montoya, pariente de quien esto escribe. Ella fue una desplazada por la violencia de 1876. Perdió a su padre procurador de Jericó, en una reyerta bipartidista.

Tenía dos años de edad. Pobre quedó su familia pero no sin apoyo. Pasaron a Medellín. Laura se graduó, con honores, de normalista. Ejerció más de veinte años como profesora. Solo hacia los 40 de edad se hizo monja. Fundó una comunidad dedicada a educar a los indígenas sin destruir su organización social. Esto concurría con la colonización antioqueña del Urabá. En Caldas monseñor Builes intentó utilizar a esas religiosas como empleadas domésticas… La madre Laura trasladó a las monjas y se acogió al derecho canónico que las amparaba. Iracundo, Builes exhortó a sus sacerdotes a combatir “a esas mujeres soberbias, capitaneadas por una madre que es la soberbia misma y que está plagada de vicios”. Las demás jerarquías las apoyaron. Builes viviría lo suficiente para arrepentirse de sus improperios. La santa lo perdonó pero como dicen los chinos “El tullido que cae en un pozo no se sana porque lo saquen”. Todo esto se ventiló en el detallado proceso de canonización en Roma. Amén de la autobiografía de la santa, está la obra autorizada del cura Carlos Mesa. Y hubo una película en 1956 “Luz de la selva” de Enock Roldan. Supongo que el film existe todavía en algún lugar. Pero la canonización ha pasado a un segundo plano por la abdicación pontificia. Y, en fin, porque es difícil valorar la santidad si no existe la noción de pecado, si no existe ya necesidad alguna de salvación.