Pocas contrataciones han tenido tanta publicidad extemporánea, como la del Metro para Bogotá; y muy contadas las que han requerido más explicaciones. Tradicionalmente, por ley, en las licitaciones participaba un número plural de oferentes. Peor esta vez, para entregar la más grande del país, solo se estudiaron dos oferentes, uno con dudosa reputación.
Para anunciar el ganador se convocaba un acto público, con rueda de prensa incluida y transmisión en vivo por los canales oficiales de televisión del Estado. Se escuchaba a los otros participantes, si había lugar. ¡Eran transparentes!
La transparencia necesita claridad, luz del día, nitidez, lucidez que no se pueden lograr bajo el manto de la noche, la oscuridad y afanes que siembran duda, desconfianza, sospecha, temor.
Hay que reiterar que es la obra más grande, costosa y comprometedora del patrimonio nacional que se ha emprendido en Colombia.
Por ello hay que llegar hasta los ínfimos pormenores y explicaciones, sin eludir detalle, como ahora se persigue, “impopularidad pero eficiencia”.
Y el Presidente Duque creyó que las cosas se pueden hacer bajo las sombras de la noche. Asistió, al acto de adjudicación al día siguiente, cuando ya todo estaba consumado y como si se tratara de otro dosier, afirmó: “que ahora no vengan argumentos pueriles para ir en contra de esta iniciativa. Hoy se adjudica el Metro y queremos que sea una realidad”. ¿Qué tal la puerilidad de la que habla el Presidente? ¿Será infantil, cándido, trivial o vano, preocuparse por la forma como se maneja el Estado y como se gastan los recursos de la comunidad?
Quizá el ojo no esté afuera, porque aún quedan personas que se preocupan por lograr una Colombia sin corrupción.
El senador Rodrigo Lara se puso las pilas y viene haciendo preguntas y pidiendo explicaciones sobre la manera como se manejó la licitación del Metro para Bogotá. Son tan válidas sus preguntas e inquietudes, que han “sacado de quicio” al gerente del Metro, Andrés Escobar, quien durante una entrevista radial, le tiró el teléfono al parlamentario, a los periodistas que cuestionaban y al público que seguía con gran interés el interrogatorio.
Por ejemplo: Escobar, no ha respondido ciertos manejos de la licitación que solicitó el parlamentario amparado por sus derechos de petición. Si eso le ocurre a un congresista, ¿qué no le ocurrirá a un ciudadano cuya legitimidad desconocen el funcionario y el alcalde Peñalosa?
Que el Metro sea superficial o subterráneo es lo de menos. Así sea una puerilidad investigarlo, es apenas un deber y un derecho que tienen los colombianos, a saber cuántos millones o billones, ha gastado el alcalde Peñalosa para limpiar una imagen tan deteriorada, que nadie sabe si es transparente o ineficiente.
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