“Cambian formas de apropiarnos del espacio”
Si. Va siendo hora que empecemos a aceptar que todos lo sentimos. Yo tengo miedo.
La semana pasada, después de tres semanas de encierro, salí a hacer mercado. Solo había mujeres. El lugar donde suelo ir estaba repleto con filas de dos y tres cuadras. No solo para comprar comida. Sino para entrar a los bancos. Medio respetando el metro y medio de distancia, lo que era palpable en el ambiente, era la irritación y el miedo.
Para entrar al supermercado, también hubo una fila importante. No tan larga, pero sí demorada. A tal punto que empezaron a llegar las personas que haciéndose las “vivas”, pretendían colarse. A lo que la fila reaccionó con rabia, “haga la fila”, “¿quién se cree?”, “todas somos iguales” y un largo etcétera de reclamos.
Esa histeria colectiva me hizo pensar cuándo será que entenderemos en Colombia que la cultura del más “avispado”, del “usted no sabe quién soy yo” y la del atajo, es en extremo dañina. La pedagogía es la clave para crear conciencia y empezar a transitar por formas más respetuosas de convivencia.
Pero quiero pensar en el futuro y cuánto van a cambiar las formas de apropiarnos del espacio. O en otras palabras, de volver a salir a la calle.
Hoy estamos con miedo y angustia de no poder salir a la calle. Y también, de estar en la calle. Es muy contradictorio. Usamos con paranoia tapabocas, guantes desechables y gafas, porque se volvió necesidad. Nos asusta acercarnos mucho a los demás y tratamos de estar alejados para protegernos. El raro es el que no tiene elementos de protección.
Al llegar a nuestras casas lavamos la ropa que usamos, nos quitamos los zapatos con los que salimos y limpiamos con manía cada artículo que entra a nuestros hogares.
¿Cuánto va a cambiar la vida cotidiana después que volvamos a salir?, ¿volveremos a los restaurantes?, ¿a cine?, ¿en las celebraciones de cumpleaños se seguirán soplando las velas sobre el ponqué?, ¿cómo nos sentiremos de espichados en los aviones?, ¿saldremos de vacaciones?, ¿visitaremos…la China?
Nosotros tan latinos, tan cálidos y cercanos, ¿cambiaremos la forma de acercar nuestros cuerpos y abrazarnos?
Algunos consideran que la gente no va cambiar. Otros creemos que un sector de la sociedad crecerá en conciencia y volverá al mundo de una manera más respetuosa consigo misma y más empática con el otro.
En estos días me llegó la publicidad de una tienda de ropa de mujer marca colombiana que anunciaba que ya estaba listo el nuevo overol de protección con un look moderno y protector. Y sí, cubría desde la cabeza hasta los pies todo el cuerpo e incluía el tapabocas que le hacía el juego. Pero, ¿así queremos salir a la calle?
En la pospandemia seguro descubrirán la vacuna. ¿Será eso suficiente para recuperar el daño emocional que todos estamos sufriendo?
Por ahora es importante que aceptemos que sentimos miedo, que está permitido y que no nos van a juzgar. Cuando accedamos a ese nivel de conciencia mayor, comprenderemos que la mejor herramienta para cuidar al otro es empezar por cuidarnos a nosotros mismos. La vida está en juego. El virus no respetó fronteras, nos encerró y entre todos vamos a tener que entender que habrá que respetar unos mínimos estándares de comportamiento civil. De lo contrario estaremos encerrados un tiempo mucho más largo y viendo morir a mucha gente.