Uno de los coletazos más duros del conflicto armado en Colombia es el relacionado con las minas antipersona plantadas por los diferentes grupos al margen de la ley y para desgracia nuestra, quienes recurrieron a esta estrategia, no tuvieron el cuidado de precisar el sitio de siembra a lo largo y ancho del territorio patrio, quedando por ello a la deriva la suerte de los colombianos que por diferentes razones viven y laboran en regiones donde el conflicto se exacerbó.
Hoy, con la firma de las negociaciones sobre la paz y nuevas expectativas en las regiones otrora permeadas por la violencia, se hace necesario limpiar el suelo patrio de minas antipersona, acción conocida como el desminado, actividad de alto riesgo y peligrosidad no sólo para quien la enfrenta, sino para todo habitante de la región, que corre el riesgo de caer en uno de estos artefactos colocados por grupos subversivos, en medio de la irresponsabilidad y sevicia de quien no calcularon las consecuencias de sus actos.
En principio, los delincuentes colocaban minas sobre senderos, por los que seguramente cruzaría la fuerza pública que patrullaba determinadas regiones, y en variadas ocasiones vimos hombres del ejército y la policía caer abatidos por el efecto de estos campos minados, porque no eran una o dos minas, se trataba de todo un campo cubierto con explosivos para socavar las fuerzas del orden. Estos ataques obligaron a los mandos y combatientes a tomar medidas, explorando medios para detectar aquellas trampas mortales, mediante información o recursos técnico artesanales buscando minimizar el riego.
Para desgracia patria, ante los resultados logrados por la delincuencia, la estrategia se propagó y en diferentes departamentos del país se desarrolló esta misma práctica, en detrimento de las vidas e integridad de nuestros hombres. Fueron muchos los héroes inmolados en estas emboscadas y hoy son demasiadas las víctimas que, con estoicismo, encaran las secuelas de haber caído en una de estas trampas.
Pero ahí no termina el perjuicio, pues la subversión extendió la medida al mundo del narcotráfico y con el fin de evitar la erradicación en diferentes proyectos y continuar con el negocio del narcotráfico sembró de minas antipersona los cultivos de marihuana y coca, dificultando con ello la labor de campesinos y erradicadores que buscan una oportunidad con la sustitución de cultivos.
Si hablamos de reparación de parte subversiva, sabemos que es imposible lograr un apoyo, urge lo consideren, puesto que quienes tuvieron la responsabilidad de plantar los campos con explosivos por diferentes razones, no tuvieron la precaución de marcar los sitios y así poder erradicar o desminar con algo de seguridad. ¡El mal está hecho! Seguiremos sintiendo el dolor de ver colombianos cayendo en estos campos y continuará la fuerza pública aportando su cuota de sacrificio.