MONS. LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Septiembre de 2012

Hora de pensar en grande

 

Hace pocas semanas, desde esta columna, presenté otro llamado a dar pasos en grande en favor del país, titulada: “Momento de serena reflexión”. (12-08-12). Mencioné allí a un selecto y prestigioso grupo de colombianos, comenzando por el Presidente y su Vicepresidente, y expresidentes como Uribe, Gaviria y Betancur, con invitación a sereno y urgente diálogo, por lo alto. Hoy, no obstante trascendentales pasos que se están tratando de dar hacia un proceso de paz, o quizás más por ello, creo necesario alzar mi modesto y patriótico acento para insistir en esa unidad de esfuerzos, pues es hora de pensar en grande.

Es que de verdad, repito hoy, que el “momento que vivimos es de grande trascendencia” por los correctivos que deben hacerse y por realizaciones que no dan espera. Es que no se puede, por ejemplo, pasar “de agache” ante hechos tan graves como lo que aconteció en torno de la malograda “Reforma a la Justicia”, en cuyos ires y venires, con gravísimas componendas que iban en contra del país, con culpabilidad, sin excepción, de los más altos dirigentes de los tres poderes. Superar el más que merecido rechazo y desencanto de la opinión pública, que, afortunadamente, logró atajar esa verdadera y convenida hecatombe, no se logra con hipócritas disculpas ni con calculados cambios en busca de recuperar el beneplácito ciudadano, sino con pasos seguros y como fruto de acuerdos nacionales.

El propósito de lograr acuerdo de paz, que ha anunciado sorpresivamente el Presidente, y después de contradictorias noticias, que ojalá tuviera éxito, no se va a lograr con desmedidas e inconsultas concesiones a los enconados artífices de violencia, pero, tampoco, debe tener cerrada oposición, sino exigencia de pasos ponderados, concretos y prudentes. Esto reclama delicados compases y armónico proceder, fruto de un diálogo patriótico sereno entre los verdaderos amigos de la paz.

Además, problemas como el económico, el de la salud, el de la educación, el de la vivienda, el de los indígenas, reclaman atención y medidas concertadas por lo alto, y no superficiales proyectos que aparecen como gestos demagógicos en busca de simpatías populares.

Quienes no tenemos la responsabilidad ni la competencia en estas materias no estamos llamados a dar la solución pero sí de reclamar el espíritu con el que se debe actuar, a conciencia de la gravedad y realidad de las cosas, y con propósitos del más puro patriotismo. Por ello estos llamados a superar intereses personales y políticos, y a obrar siendo conscientes de que eshora de pensar en grande, y sin respeto humano, implorar luces y asistencia al Dios del amor y de la paz.

Sobre la “necesidad de acuerdos” se van escribiendo sensatos artículos como el de Eduardo Posada Carbó (El Tiempo 24-08-12), en donde se responde a quienes no se preocupan por “la polarización”, de los altos dirigentes, porque ella en sí no es mala, y porque “sin la posibilidad del disenso no hay democracia”. Esa posición es sensata y saludable pero bien llevadas las cosas, y con exigencia de que esas discrepancias haya que purificarlas en el espíritu con que se actúe, y dejando siempre patriótica apertura al diálogo, que debe ser más factible que cuando se enfrenta a personas ubicadas fuera de la ley.

Una vez más como dirigente religioso que es a la vez ciudadano formado en principios cristianos, soy llevado a un amor inmenso a la Patria y a cada uno de mis conciudadanos, siempre anhelante del bien general y por encima de torcidos intereses. Por ello clamo, a voz en grito, para que de parte de todo colombiano, y muy particularmente aquellos colocados para dirigir al país, pensemos en los sacrificios, las reflexiones y decisiones prácticas que reclama esta hora, y a “pensar en grande” para sacar adelante a nuestra amada Colombia.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional