Monseñor Libardo Ramírez Gómez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Febrero de 2015

LO PRINCIPAL ES EL MENSAJE

Devociones debidamente encauzadas

Ya   hemos comentado en otra reflexión la importancia de ubicar las cosas “en su justo medio”, y esto sí que es importante ante las devociones populares o “religiosidad popular”. Un don precioso es la fe, y, a través de ella cultivar bien cimentadas devociones hacia el mismo Dios en sus tres divinas personas, y a santos y santas que por sus grandes méritos en su vida terrena son, ahora,  intercesores valiosos ante el Ser Supremo.

Infortunadamente hay varias desviaciones, con fe puesta en superficialidades, y sin la debida orientación, sobre lo cual es importante hacer precisiones para no  llegar a algo desfigurado. Hay lugares de masivas celebraciones, en honor p. e. al Señor de los Milagros, al Divino Niño, al Señor de la Misericordia, a la Virgen Santísima en sus diversas advocaciones, a Santa Marta, a San Roque, todas ellas dirigidas a personas destacadas por extraordinarias virtudes, o estimuladas por manifiestas gracias obtenidas por ésta o aquella advocación. Hay en gran parte de ellas serio fundamento, según la persona santa a la cual van dirigidas, pero hay qué enfocarlas a aspectos sólidos, y no poner la fe en cosas secundarias.

Es preciso no poner la fe en ésta o en aquella imagen sino en lo que ella representa, no en la estatua o en el color de la imagen, no en el material de que esté elaborada, no, ni siquiera, en la historia de esa imagen muchas veces inficionada de leyenda, sino en la santidad de la persona representada, en su poder de intercesión por sus especiales y grandes méritos conquistados ante Dios. Lo principal es el mensaje diciente y claro de haber llevado una vida digna de imitación, con miras a obtener por su intercesión la mayor de las gracias como es la salud espiritual.

Hay apariciones debidamente comprobadas, y constatación de gracias obtenidas por aquel a quien va dirigida una devoción, p.e. las apariciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita, las de la Virgen de Guadalupe al indiecito Diego y a Santa Catalina Lobouré, que dio origen a la Medalla Milagrosa, (la renovación del cuadro de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá), el milagroso hallazgo del pequeño Cristo en Buga, que fue creciendo y concediendo Jesús tantas gracias por su intercesión, ante la fe viva de los múltiples devotos que lo aclaman. Pero, también se difunden, sin constatación seria, múltiples presuntas apariciones propagadas por personas que andan a casa de fenómenos raros o mensajes trágicos atribuidos al Señor, a la Virgen o a los santos. Ante ello hay que ser precavidos, pues se puede ir ligeramente, y hasta de buena fe, hacia falsas devociones que no fortalecen sino que más bien ponen en duda y en ridículo la fe, que, bien cultivada, es sacrosanta.

El magistral documento del Episcopado Latinoamericano emitido desde Aparecida (Brasil), en mayo de 2007, en el que influyó tanto el cardenal Bergoglio, hoy Papa Francisco, recuerda “el papel noble y orientador que ha jugado la religiosidad popular” en nuestro continente (n.32). Se celebran allí los aportes positivos de ella (n.43), habla de ella como “un tesoro” que está en el corazón de nuestras gentes (n.549), pero reclama que haya en torno de ella “una catequesis apropiada”, aprovechando pedagógicamente el potencial educativo que encierra, para que purificada de desenfoques, y debidamente encauzada, sea elemento de cultivo en una fe sólida y no, con emotiva superficialidad.

Es de dejar en claro que la piedad no es impulso para pedir y pedir a Dios favores sino el ofrecimiento a Dios de una “vida de gracia consciente y creciente”, cultivada con serias y bien fundamentadas devociones que nos lleven a cumplir la voluntad divina según el ejemplo de Jesús, el Santo de los Santos (Hech. 10,9). A ello nos ha de llevar, como la más preciada gracia, una devoción debidamente encauzada.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nal.