MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Julio de 2014

Voz magisterial de la Iglesia

 

A  quienes quieren tener un pensamiento libre de limitaciones, pero a la vez imponer sus criterios como verdades irrebatibles, fastidia la voz con experiencia binilenaria de una entidad como la Iglesia, que recibió el sapiente mensaje de Jesús de Nazaret, el más apreciado de los maestros de toda la historia humana. Es su voz  sabia, que solo busca el bien de los humanos, que, no obstante haber tenido en sus directivos personas con fallas permeadas por la viciada naturaleza humana, y, a pesar de decisiones en aspectos terrenos dignos de rectificación, sin embargo, en cuanto a principios morales y teológicos, en cuanto a permanencia a pesar de las más fieras persecuciones y las más enconadas herejías, sigue, allí, cumpliendo su misión, con visible asistencia celeste de su divino Fundador (Mt. 28,26).

Jesucristo fue fiel a la misión que le encomendara el Padre celestial, selló sus enseñanzas con su sangre redentora, para, luego, resucitar, y envía a sus discípulos a llevar su mensaje a todas las naciones (Marc. 16,15). Allí ha estado por más  de dos mil años esta institución que quisieron arrasar los dirigentes del pueblo de Abraham, pero que recibieron la prudente admonición de Gamaliel de cejar en ese intento, pues si esa misión que cumplían era de Dios, nadie podría detener su avance (Hech. 5,38-39).

Esa es la Iglesia que en nuestros días con directivos de la talla de un León XIII, de un Pio XII, de un Juan XXIII y Juan Pablo II, y Benedicto XVI y Francisco, sigue dando su voz sapiente, fustigando el pecado aun de sus propios hijos, pero que con la roca de su firme doctrina y el testimonio de millares de sus integrantes habla con toda autoridad a una humanidad, que hoy, como en todos los tiempos, quisiera que la dejaran precipitarse con la aprobación de crímenes como el aborto, la eutanasia o con el destruidor sistema de uniones conyugales entre personas del mismo sexo.

Hay aspectos que han merecido amplio diálogo entre los directivos de la Iglesia, y suscitado, realización de Concilios para definir puntos básicos, y allí, inspirados en la caridad y búsqueda de la verdad, asistidos por el Espíritu Santo, (Hech.15), han dado con sabiduría y prudencia iluminadores documentos doctrinales de aplicación, con “alegría y esperanza”, en lo social, familiar y aun político, que aplicados en regiones aun no católicas han dado paz y prosperidad.

Es en esa línea de principios y de proyección de ellos donde está el puesto de la Iglesia. Cuando surgen cuestiones sobre qué partido o persona han de liderar las soluciones, o sobre cuál línea de acción o qué pasos se han de seguir en determinado momento, son aspectos en los cuales deja la Iglesia libre escogencia a quienes asuman sus principios. Reclamar de ella que su voz se comprometa en asuntos discutibles, es pedirle algo más allá de su misión, sobre todo cuando se busca convertir en bandera política opciones fundamentales como la defensa de la vida o de la paz, señalando como enemigos de ellas a quienes entre varias propuestas no acepten determinadas líneas de acción. De allí que cuando la pugnacidad se centre en aspectos de modo, y no, en algo sustancial, ha de estar la voz de la Iglesia por encima de discusiones meramente tácticas o proselitistas.

En estos días se reúne, de nuevo, la Asamblea de nuestra Conferencia Episcopal, y allí, bajo la asistencia divina, se profundizará en temas como el de la familia, y sobre el caminar pacifico y  lo más armoniosamente posible de nuestra Nación. Allí precisa tener coraje para dar orientaciones con sabiduría y prudencia. En tal ambiente se sentirá la voz de una Iglesia que en Colombia, y en el mundo, se pronuncia en nombre de Aquel que nos trajo el mensaje del Padre, y de Quien Colombia, con timbre de honor y prenda de bien, dice: “comprende las palabras del que murió en la cruz”.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco.Nal.