MONSEÑOR LIBARDO RAMÍREZ GÓMEZ* | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Noviembre de 2012

Ante epidemia de legalizacionitis

“Somos esclavos de la ley para poder ser libres”

Cicerón

Es  fundamental, para todo pueblo y nación, tener sus leyes, pues la ausencia de ellas, o su desobedecimiento sistemático, se llama “anarquía” o desorden institucional. El orbe entero tiene sus leyes, trazadas, ciertamente, por un Ordenador divino, sin ser fruto del acaso, y, sin ellas, todo sería horrendo cataclismo. Solo los seres humanos utilizan su voluntad para obrar contra las leyes que llevan en sus corazones, impresas por Dios. Esto  hizo decir, a Federico Nietzsche, que: “el hombre es una disonancia hecha carne”.

Existe la “ley natural”,con reglas de conducta basadas en la naturaleza misma del hombre; “ley divina”,acogida por creyentes de los distintas religiones como revelada por Dios, “leyes civiles” dadaspor autoridades en las distintas sociedades, que determinan los derechos y deberes de los ciudadanos. Para el bien general es necesario acatar esas leyes, pues la “disonancia” con ellas es la  que trae convulsiones, guerras y destrucción.

Para seriedad, y para asegurar el cumplimiento de las leyes es preciso que tengan claro su contenido y no multiplicarlas inoficiosamente. El  pueblo judío había recibido, en forma precisa, su legislación que se le entregara por medio de Moisés, recogida en un Decálogo, pero los dirigentes de esa comunidad la fueron seccionando en mínimas preceptos. Se apartaron, así, de su mismo espíritu, y se imponía infinidad de ellos a las gentes timoratas sin que los directivos las tocaran siquiera con el dedo (Mt. 23,4). Jesucristo, Hijo de Dios, quien vino al mundo con autoridad recibida del Padre, puso de manifiesto que no era su misión abolir la Ley y los  Profetas sino “darles  cumplimientos” (Mt. 5,17). Pero reclamaba actitudes concretas de “SI” o “NO”  (Mt. 5,23), y sintetizó todo lo fundamental S. Pablo cuando expresó que “plenitud de la Ley es el amor”.

Cuando se siembran en el alma de los humanos esas convicciones de obrar con transparencia, a conciencia, y con verdadero amor a Dios y al prójimo, y se asumen con responsabilidad y convicción los grandes principios, no hay necesidad de estar legislando sobre minucias o pequeños detalles. La preocupación por la observancia de leyes mínimas hace olvidar los grandes preceptos cuyo cumplimiento pleno es lo indispensable.

Todo lo anterior es de tenerlo en cuenta cuando en nuestros días se hacen debates y más debates para sacar leyes y más leyes, abriendo paso a una verdadera “epidemia de legalizacionitis”. Se monta un tinglado exhibicionista ante cualquier desmán para presentar más y más proyectos de ley, sin buscar más bien educación a la observación de los mandatos fundamentales. Pareciera que el afán de los legisladores fuera darse vitrina más que buscar soluciones a fondo y aplicaciones efectivas de lo ya preceptuado. Y, ¡qué dolor!, cuando quieren, como fruto nefasto de esa epidemia, no solo dar leyes superficiales e inocuas, sino, también, algunas dizque “de avanzada” en contra de máximos mandatos como el de “No matarás”, con intención de abrir paso al asesinato de niños en el vientre materno o de enfermos para economizarle gastos a las familias o al erario.

Cumplir los mandatos fundamentales, dando ejemplo de ser de aquellos en quienes “no hay dolo” (Jn. 1,47), hacer con decisión  el bien, con amor a Dios y al hermano, allí si está la “plenitud de la ley”. Cerrar el paso a todo crimen y corruptas costumbres, aplicar penas severas a quien cometa delitos, esos sí son caminos de avanzada para un país, y no el dar  leyes superficiales o nocivas, lo cual lleva a ruina y  a desastrosa anarquía.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco. Nacional