Solemos maravillarnos cuando nos adentramos en los mundos posibles del universo. Contemplar el cielo durante una noche despejada es un espectáculo no solo para los ojos del cuerpo, sino para las pupilas del alma. Nos fascinan las constelaciones, los cometas que pasan desafiantes, las estrellas fugaces en su trayectoria rutilante, los planetas cuando se alinean.
Son otros los mundos posibles en las profundidades de los océanos: en un planeta que tres cuartas partes constituido por agua son muchos los misterios que aún nos faltan por descubrir, de la vida animal, la vida vegetal, las bacterias, todos los organismos. Es espléndido también adentrarse en el mundo profundo de lo micro: las moléculas, los átomos, los electrones que emergen en medio de la incertidumbre alrededor del núcleo, los espacios interatómicos, el vacío…
Sin embargo, esos multiversos en sus fascinaciones pueden llegar a ser una trampa que no nos permite ver los más próximos y fundantes para cada ser humano: nuestros multiversos interiores.
Sí, multi y en plural. Ya sabemos que el universo no es único, sino que existen muchos más universos que éste que conocemos, dimensiones múltiples de la existencia, con todas las formas posibles de energía, materia, espacio, tiempo, movimiento, infinidad de relaciones y de leyes que ordenan todo lo anterior. Nuestras vidas, si así lo reconocemos, son absolutamente fascinantes, plenas de significados, ricas en contenidos vitales que nos permiten trascender. Todo lo que vivimos en el afuera está en absoluta conexión con nuestros multiversos interiores; el problema es que no podemos o no queremos darnos cuenta.
Si construimos paz o no en el afuera tiene que ver con cómo en nuestro interior se relacionan las fuerzas del resentimiento y del miedo con las fuerzas del amor. Por eso la paz se construye primero adentro, luego afuera. Podemos tener múltiples experiencias de dolor o rabia, que se reeditan si no las atendemos. Creamos en nuestros multiversos interiores experiencias que se traducen bien en amor y reconciliación o en rencor, duda o pánico.
Cada quien es responsable de cómo reconoce esos universos múltiples en su interior, de dar cuenta de ellos, administrarlos y generar relaciones transformadoras. Si sobre una herida interior abierta se genera más presión, esa lesión antes de sanar se profundizará. Pero si conocemos la herida, nos hacemos cargo de ella, la honramos e integramos, las presiones de afuera no afectarán nuestros multiversos.
El viaje interior es tan apasionante como largo. Podemos ser viajantes responsables de nuestras propias vidas, navegando en los multiversos.