Ahora que la sombra de la descertificación se está desvaneciendo sin que la amenaza desaparezca, porque querámoslo o no, esa posibilidad es esgrimida por los gringos de cuando en cuando buscando un mayor compromiso del país en la lucha contra los cultivos ilícitos, el procesamiento de cocaína y su envío al exterior, veo saludable hacer un recordatorio de los impulsos y el aporte de los colombianos y sus fuerza pública en esa misión.
A partir de los años ochenta, cuando la autoridades se percataron de la gran extensión de marihuana plantada sobre la serranía del Perijá y parte de la Sierra Nevada, se estudió la posibilidad de asperjar estas plantaciones con apoyo aéreo, por no existir otra alternativa más eficiente, propuesta que poco eco tuvo en el gobierno, pero no obstante autorizó las pruebas encaminadas a lograr esa posibilidad. En aquellas calendas también se descubrieron plantaciones del arbusto de coca en los Llanos Orientales, hallazgo asombroso por tener el concepto de ser la coca planta paramuna, ajena a climas diferentes. Esa realidad despertó una mayor preocupación en el gobierno, que estimó necesario agilizar las pruebas y poner en funcionamiento el programa de fumigación aérea.
Se inicia pues la aspersión aérea en Colombia, para lo cual se utilizaron diferentes herbicidas hasta llegar al glifosato recomendado por los Estado Unidos, ante la posibilidad de generar mejores resultados. Sobra decir que los efectos fueron exitosos en las grandes extensiones, especialmente las distantes de la civilización. Esas operaciones fueron de largo aliento y muy riesgosas porque los narcotraficantes, al divisar la amenaza, organizaron grupos armados que atentaron contra las aeronaves y los hombres en tierra que aseguraban la operación.
Sin embargo al encontrar cultivos pequeños cercanos a poblados se implementó la erradicación manual con grupos de policías, práctica que trajo funestas consecuencias para la integridad de nuestros hombres, quienes no obstante las minas antipersonales y otras estrategias, siguieron la lucha. A este programa se le adicionó la interdicción, dirigida a la ubicación y destrucción de laboratorios para el procesamiento del alcaloide y la fuerza pública fue adquiriendo experiencia en esa actividad delictiva hasta entonces desconocida, identificando los precursores utilizados en el procesamiento y estrategia de los narcotraficantes y el engaño a los cultivadores explotados al máximo con amenazas.
En fin, se entendía que estaba el país ante una problemática de grandes dimensiones por el monto de dineros manejados en ese medio. Los Estados Unidos se tornaron en asociados de la lucha y su apoyo tanto económico como tecnológico no se hizo esperar. En tanto la inteligencia trabajaba identificando narcos, organizaciones y demás. Como vemos el país ha estado comprometido dando resultados con su fuerza pública y aportando alta cuota de sacrificio. La pregunta, ¿Se puede hablar de descertificación ante este panorama?