Con el correr de los días ha quedado en evidencia la magnitud de la pérdida de vidas y recursos por la trágica avalancha en Mocoa, lo cual además del respeto por el dolor ha incentivado el rebrote de la generosidad y la solidaridad de la mayoría de colombianos. Son circunstancias que nos recuerdan nuestra capacidad de ponernos en los zapatos del otro, de comprender sus sentimientos y de compadecernos al entender su sufrimiento.
Pero no conviene quedarnos solo en observar al país unido en torno a los afectados con la tragedia de Mocoa. Sigamos adelante y aprovechemos el momento para pensar en que estamos atascados por la desunión, fruto de la polarización alrededor de unos liderazgos políticos que siguen perdiendo credibilidad a pasos agigantados. Por esto, es más importante observar en que al tiempo con el dolor y la solidaridad que se ha despertado, se está dando una coyuntura que puede originar la construcción de un consenso nacional con base en la solidaridad hacia los más débiles y vulnerables.
La propicia oportunidad quedó en evidencia con el hecho de que la tragedia se haya empezado a conocer al mismo tiempo en que empezaban las marchas-protesta de los sectores que participan en la polarización frente al proceso de paz y al gobierno de Santos, lo que hizo que la crispación de los ánimos que prometía renovar su dinámica haya perdido fuerza, coincidiendo todo con el comienzo de la Semana Santa.
Lo cierto es que podemos aprovechar esta semana para reflexionar en por qué hemos dejado de creer en nuestros líderes, en las instituciones y en los demás, y en consecuencia pensar en qué debemos hacer para cambiar de rumbo. Y seguramente una de las conclusiones será la de que rescatar los valores morales y sociales es una necesidad inaplazable. Antes que las necesidades de luchar contra la corrupción, de reformar la salud o la tributación, la reforma moral es imperiosa.
Ahora bien, para que dicha reforma sea viable hay que comenzar por ser más diligentes en corregirnos nosotros mismos que en juzgar a los demás. De esta manera, entre otros aspectos, nos daremos cuenta de que mucho más que un acuerdo de paz con las guerrillas - por demás necesario- lo que necesitamos es un acuerdo de reconciliación y convivencia con base en lo que Álvaro Gómez Hurtado llamó “un acuerdo sobre lo fundamental”, de lo que se derivaría la ampliación de la solidaridad hacia los más débiles y vulnerables.
Colombia es una nación llena de talentos. La bondad y la solidaridad que se ha despertado debe servirnos para reconstruir a Mocoa, pero también a la sociedad colombiana. Si tenemos esa sensibilidad especial por los demás, como lo estamos demostrando ahora, más allá de tragedias y dolor, encontremos lo que nos une y construyamos un consenso nacional.