Entre más acciones absurdas se suceden entre nosotros contra los niños, contra las mujeres, contra el matrimonio, contra los ancianos, contra los no nacidos, más nos debemos preguntar acerca de las causas. ¿De dónde salió este ser humano que es capaz de tamañas atrocidades? ¿Esta persona es responsable de todo lo que hace o es apenas el fruto maduro de esta sociedad? ¿Dónde se crió, quién lo educó, qué vió y qué escuchó en sus primeros ambientes de vida? Me parece que omitimos con demasiada facilidad estas y otras preguntas. Esto equivale a preguntar por las condiciones en que ha nacido y crecido el hombre o la mujer que, una vez está solo, manifiesta el monstruo que lo habita.
¿Pero, en realidad hay algo de extraño en que sucedan tantas barbaridades contra el ser humano entre nosotros? El ambiente en que ha crecido el colombiano en los últimos 40 años, más o menos, es lo más nocivo para la salud física, mental, espiritual, moral. Unos niveles de pobreza que aplastan a las personas y los llenan naturalmente de rabias sin fin. Unos discursos que lo han invitado a fumarse hasta sus propias sábanas en dosis personales. Un desorden y libertinaje sexuales que hasta a los viejos romanos les causaría escándalo. Una demolición sistemática de la vida matrimonial y familiar como para un programa de la National Geographic. Unos modelos de vida pública que apenas si dejan ganas de seguir viviendo. ¿Qué esperamos que resulte de esta caótica sociedad que no ha estallado solo porque Dios es grande?
Y, así las cosas, el país vive en espíritu policial. Mientras el ser humano colombiano no esté bien rodeado y protegido desde el vientre materno hasta su muerte natural, será un ser en riesgo que se convertirá en una fiera lista a devorar a su prójimo, como ya se ve, para sobrevivir, ni siquiera para vivir. La mayoría de discursos que hoy dominan el ambiente no hacen sino favorecer la depredación de las personas, su soledad y desamparo, aunque traten de poner cara de que buscan todo lo contrario. Aunque nos duela mucho, es hora de ir a las causas de los grandes problemas de humanidad que afectan la vida colombiana. Hay que atacarlas con decisión, a sabiendas de que es una tarea políticamente incorrecta. Pero este decirles sí a todas las inmundicias que se dicen y proponen nos ha arruinado la vida. Muy desde mi orilla sostengo que nuestra nación se ha llenado de seres sin Dios, sin ley, sin humanidad. Así no se puede vivir en paz.