Terminada la campaña al Congreso hay que resaltar de manera preocupante algo: las consultas terminaron absorbiendo el interés de los electores en estas elecciones y, prácticamente, la de ayer fue una previa de las dos elecciones por presidente que vendrán.
Seguramente por la importancia que lleva al país la elección del próximo primer mandatario, quedaron casi sin conocerse las propuestas y soluciones que traían al electorado los candidatos que conformaban las listas de Senado en el país y de Cámara en todos los departamentos.
La campaña sucia, la difamación, el matoneo y hasta la mofa han sido los argumentos más sobresalientes. A eso se dedicaron las redes. Sin embargo, siempre que la campaña al Congreso tomaba fuerza, una propuesta elevada de algún presidenciable lograba opacar el trabajo de los candidatos al Congreso en las regiones.
Al final y sin más ideas que las de posicionar unos candidatos a la presidencia, el país terminó escogiendo dentro de las casas tradicionales y electorales, a los congresistas del próximo cuatrienio. Propuestas a la mujer, a la niñez, a la crisis económica y de desempleo fueron las grandes ausentes y volvieron a ponerse de moda las de alejarnos de la posibilidad de ser como el país vecino o la del miedo a la guerra. Fue una oportunidad y se perdió.
Las encuestas como se ha vuelto común, midieron continuamente la intención de voto por los candidatos presidenciales y no por los partidos en las elecciones parlamentarias. Es por eso que seguramente las bancadas que llegan no ofrecen renovaciones o cambios sustanciales, lo cual no es del todo malo, pues las condiciones políticas y económicas, además de los posicionamientos y requerimientos de la geopolítica no están para movimientos bruscos.
Esta no será la desaparición de los partidos, por el contrario, tal y como lo quisiera la reforma política, seguirán siendo las barreras de contención de cambios bruscos y giros inesperados que desestabilicen la democracia. Terminado así este proceso, debemos prepararnos como país político al primer tiempo de una campaña presidencial a la cual le falta mucho más, porque seguramente habrá segunda vuelta y con ella más polarización y enfrentamientos que ayudarán a que el elector indeciso se decida por el país que espera en los próximos cuatro años, tiempo en que puede no cambiarse mucho, pero si destruirse todo.
Ya tenemos Congreso y ya sabemos que sea quién sea el próximo presidente, no lo tendrá a su disposición y fácil. Mayorías absolutas no hay por el momento, pero las alianzas y acercamientos deberán ser el ir y venir de los próximos días, allí se llegará en bancada.
Una vez más el país asistió a las urnas, dejando por sentado que, nos parezca perfecto o no, la democracia es la única forma de expresión válida que tiene el pueblo y que no solo basta con decir por quién se quiere votar. Se trata de hacer parte de esta transformación o defensa del Estado, porque este lo único que nos exige es el voto y es nuestro.