La Constitución establece que el pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sin embargo, las manifestaciones en nuestro país se han convertido en eventos pavorosos, cuyo propósito principal es violentar los derechos de otros para expresar inconformismo. Se puede protestar, expresar descontento sin destruir valor, sin violencia y sin torpedear los derechos de los otros.
El año pasado hubo 66 días de paro estudiantil, 49 de paro judicial, 26 de indígena, entre otros. En lo corrido del 2019 se han registrado 3.463 protestas en 463 municipios del país. De estas se han contabilizado más de 380 bloqueos y 93 disturbios. Tan solo en Bogotá, el año pasado, Transmilenio tuvo que destinar 1.500 millones de pesos para la reconstrucción de sus buses.
De las manifestaciones de este año, el 45% corresponde a los estudiantes y al magisterio. Como resultado ha habido más de 50 capturas y cerca de 40 policías heridos en menos de un año. Estamos tramitando el proyecto para endurecer las sanciones contra quienes agredan a los policías.
Fecode, el gremio que tiene cerca de 300 mil docentes, ha marchado más de tres veces este año. En 17 años se han dado 478 paros. Un estudio de la Universidad Javeriana reveló que por paros los estudiantes pierden el 35% de las jornadas de clase. Se ha violado el derecho de la educación de 8 millones de niños.
El pasado 25 de septiembre en una manifestación de una universidad pública de Bogotá, protestantes pintaron un bus del SITP e intentaron volcarlo. Días después destruyeron el primer piso del Icetex. Lograron llamar la atención de los medios, pero no por la razón de la marcha, sino por el vandalismo. Eso y los tremendos eventos de Pereira donde incineraron a casa del comandante de la policía, entre otros excesos criminales e inaceptables. Las marchas en el país están terminando con hechos delictivos.
Los colombianos debemos aprender a protestar sin destruir valor. Para llamar la atención de los medios o del Gobierno no se necesita la violencia, ni el daño a los derechos de otros. No hace mucho sentido reclamar del gobierno derechos o protestar por situación injustas, si con la protesta se violan los derechos de otros, se crean nuevas injusticias. Para las causas que se defienden lo importante es el apoyo popular, que se pierde cada vez qué hay violencia y bloqueos y falta total de empatía.
Hace una semana nuestro partido convocó una marcha pacífica a favor del presidente Uribe. Nosotros con camisetas blancas e intervenciones con megáfono logramos nuestro propósito. Defender y apoyar al que consideramos nuestro líder político. Una marcha con civilidad y patriotismo. Teníamos planeado ir del Parque Nacional al Palacio de Justicia. No fue posible; pues quienes se manifestaban en contra del presidente incurrieron en el vandalismo y desmanes. Traspasaron los cordones de seguridad de la policía, usaron explosivos artesanales y arengas irrespetuosas. Periodistas reportaron hasta el uso de drogas psicoactivas. Su estrategia era generar provocación y por eso fueron al Parque Nacional a insultarnos. No lo lograron.
Ahí están los dos tipos de protesta posibles; es evidente que para una sociedad sólo una es aceptable. La protesta social debe ser reglamentada. Nadie habla de prohibirla, sino de establecer unos mínimos parámetros de respeto a los demás; eso exige vivir en comunidad.