A partir de esta semana varios políticos del país iniciaron un hasta ahora desconocido ejercicio de reflexión y autocrítica, un reconocimiento de culpas. A todos nos llegó el momento de pedir perdón.
Y es que después de todo este episodio de paros y violencia, el país político entero tendrá que hacer un mea culpa de lo ocurrido, pues desde el mismo inicio de esta tragedia se evidenció una desconexión total del Estado y la gente. El primero tramitó, presentó y defendió inicialmente una reforma tributaria que si bien era necesaria, jamás fue oportuna y mucho menos en las condiciones en que se pretendió imponer a un país que nunca la entendió, pero la consideró una imposición abusiva después de lo vivido en la pandemia y sus confinamientos.
Los partidos políticos y sus miembros representativos también fallamos. Debimos, ante lo que se visualizaba, haber enviado un mensaje de tranquilidad a la ciudadanía, decirle rápidamente y sin asomo dubitativo que no aprobaríamos esa reforma a sus espaldas. No lo hicimos, y se dejó el camino despejado y abierto para que el oportunismo y el cálculo político individual tomaran la dirección de la protesta y con ella del caos actual.
Esa misma institucionalidad política continúa fallando. Se ha manejado el paro de manera tan conveniente, es decir, han tratado de tomar algo de ventaja en esto: la izquierda apelando a la indignación y la derecha al miedo. Al final, en ese ejercicio de cálculos la intención pareciera prolongar este escenario lo que más se pueda, para que sea el que marque la línea ideológica en la próxima campaña y las motivaciones de los sufragantes a la hora de ir a las urnas.
Los cálculos iniciales están fallando, pues si bien es cierto existía un país indignado por la realidad social, esa indignación pasó a segundo plano por una reacción en contra del aparato policial. Hoy los jóvenes, o por lo menos los que se expresan violentamente en las calles, no lo hacen contra reformas o programas del Estado. Sobre eso ya se han abierto unos escenarios de diálogo y hasta muchos les hemos pedido su perdón por no haberlos entendido oportunamente. Ahora se protesta de forma más violenta contra el Esmad y la Policía. Esa es su nueva lucha, y si no se descifra la respuesta correcta y rápida, esto se va a alargar.
Por su parte, el Estado envía mensajes de autoridad en los que pocos ya creen, y con los que más bien se ha fortalecido la idea que la única posibilidad que le queda a la ciudadanía es tomar la defensa de sus derechos por propia mano y en ese escenario seguramente aparecerá un mesías.
Pasará tiempo para que conozcamos hasta dónde fuimos responsables cada uno por esto que está pasando. Lo que sí es seguro es que el veredicto lo darán las urnas el año entrante, y ahí sabremos a quién le creyó la gente o, por lo menos, a quién le funcionó su cálculo político y a quién no.