Todos los seres humanos estamos hermanados, interconectados y en conexión con el Todo. Sin embargo, necesitamos pretextos para reconocer nuestra hermandad.
Los lazos de sangre nos permiten crear unos vínculos eternos, pues de la misma manera que no podemos dejar de ser hijos de nuestra mamá y de nuestro papá, tampoco podemos dejar de ser hermanos de nuestros hermanos. Esa relación estrecha la extendemos a los amigos del alma, los hermanos que elegimos tener y que aparecen a lo largo de nuestras vidas en los momentos más inesperados. Pero, hermanos del alma no son todos nuestros amigos, sino los más cercanos, aquellos con quienes podemos compartir la vida sin temor a la exclusión, en la más grande incondicionalidad, en una relación tan profunda que supera el tiempo y las distancias. Los hermanos del alma son cómplices, confidentes, maestros, entrenadores, consejeros y guías en amor y firmeza. Somos bienaventurados cuando una amiga o un amigo nos llaman la atención, nos regañan amorosamente y nos apoyan para que retornemos al lugar que nos corresponde.
¿Qué es lo que nos hermana? En realidad son múltiples cosas y circunstancias, que pueden ir desde una afición común hasta el encuentro significativo y profundo en la elaboración de un duelo, pasando por un encuentro sincrónico en el que se profundizó o por un amor de pareja que se tornó en una intensa compañía mutua al trascender el vínculo romántico. Sí, ahora usted está pensando en quiénes son sus hermanos y hermanas del alma, a quienes lleva no solo en el interior de su corazón sino también en su pensamiento y su cuerpo entero. Esas fraternidades y sororidades insondables también pueden surgir en medio del viaje interior, en las experiencias espirituales compartidas. Las hermandades del alma son eternas: tal vez vengan de vidas anteriores y hayan de superar esta encarnación presente hacia nuevas dimensiones de la consciencia.
Hay otras hermandades más efímeras, que no por ello menos significativas: nos hermana una emoción nacional, una tragedia colectiva que ocurra dentro o más allá de las fronteras de nuestro país, algún logro individual que sirva a toda la humanidad. Hay también hermandades con el Todo, como las experimentadas por Francisco de Asís con la hermana Luna, el hermano Sol o el hermano Lobo. Las vivimos con nuestras mascotas, nuestras plantas, con la Amazonia o la Antártida, aunque jamás hayamos puesto un pie en esos territorios. Y hay otra, fundamental. La hermandad entre todos los seres humanos: podremos ser diferentes, pero en esencia somos iguales. Nos constituye la misma materia cósmica, nos abraza el mismo amor.
Claudio Naranjo. Cuando un maestro se va el corazón se arruga y el alma agradece su vida y sus enseñanzas. Claudio Naranjo -gran psiquiatra, músico, educador, terapeuta y pensador chileno- siguió el eterno viaje de la consciencia el viernes pasado, dejando un maravilloso legado. Tomo de él la bendición que me dio, así como sus enormes contribuciones a la psicología gestáltica, al eneagrama de la personalidad, al desarrollo de la consciencia, a la música interior, al budismo como camino de integración y al final del patriarcado como un propósito alcanzable. ¡Gracias, Claudio, la honra y el amor sean siempre contigo! Hasta pronto.