La pelea entre el presidente Luis Inácio Lula y el magnate de la tecnología, Elon Musk, viene escalando. De fondo, se comienza a configurar un nuevo conflicto por el poder, esta vez el tecnológico. Los contendientes son los Estados contra las grandes corporaciones tecnológicas.
Brasil no permite el acceso a X (para mí siempre Twitter) después de un conflicto legal que tiene de largo como de ancho. El argumento del Estado brasileño es: si su empresa quiere operar en nuestro país debe seguir nuestras legislaciones y regulaciones. Básicamente, les recordó que no se mandan solitos.
La respuesta de X, o directamente de Musk, tiró a la emoción política. El cierre de X en Brasil, según la gran corporación tecnológica, es una cuestión de libertad de expresión y un canto a las dictaduras.
Coincidimos desde esta tribuna con que hay mucho de político en esto. Pero la realidad es que por más grande que sea la empresa, no se puede pasar por la faja ni la constitución ni las leyes de un Estado.
Lo primero que debemos tener claro es que el conflicto entre Brasil y Twitter es entre un Estado y una corporación. Y es importante la aclaración. Porque no es el Gobierno Lula el que prohibió el acceso. Lo hizo el poder Judicial (que sí, que es un poder muy afín al Ejecutivo, pero esa es precisamente, la discusión política). Pero nuestro tema es ¿qué pasa cuando los Estados y las empresas chocan?
Ahora, el tema no es sólo entre Brasil y Elon Musk. Reiteramos el tema que pasó desapercibido entre Estados Unidos y su propio hijo: Google. El “Tío Sa2m declaró que Google es un monopolio después de un largo juicio. Lo que se viene son posibles sanciones o restricciones para fomentar la competencia.
Las regulaciones son la forma más antigua que tienen los Estados para enfrentarse con las corporaciones. Eso es tan viejo como el viento. Pero algo cambió dramáticamente. Varias corporaciones tecnológicas son mucho más grandes, desde lo económico, que buena parte de los Estados del planeta. Este es un cambio de paradigma muy complejo.
Para ponerlo en plata blanca: empresas como Google, Facebook, Microsoft, Nvidia generan más ganancias o ingresos que cientos de Estados. Por ejemplo, el PBI de Colombia ni siquiera rosa lo que puede hacer Meta en un año. Entonces ¿con qué tupé un Estadito pequeño puede controlar a un gigante que genera tres o cuatro veces más dinero que el trabajo de todo el país junto?
Nunca habíamos visto el fenómeno de empresas que superan a los Estados desde lo económico con tanta diferencia. Pero también desde lo disruptivo. Las compañías tecnológicas vienen imponiendo sus agendas y sus servicios a fuerza de plata e innovaciones. Nunca antes, los Estados se habían dejado agarrar tanta ventaja. Ni siquiera en la Revolución Industrial.
Falta hablar de un tema: los usuarios. Por ejemplo, en la guerra entre el Estado brasileño y Elon Musk ¿qué pasa con los millones de usuarios que no pueden acceder a una plataforma que les ayudaba a expresarse?