El caos siempre está presente, al igual que la incertidumbre. Estos no son asuntos que hayan surgido como efecto del covid-19 o de la coyuntura social. Son temas inherentes a la vida.
¿Cómo acotamos la incertidumbre y el caos? Creo que la respuesta está en que nos demos cuenta de si estamos vibrando o no en la frecuencia del Amor, en presente. Escribo Amor con mayúscula, porque este va mucho más allá de una emoción o un sentimiento, que terminan por esclavizarnos en el ego. ¡El Amor es una fuerza! Claro que es importante reconocer las emociones, vivirlas, sentirlas, compartirlas, pero no para quedarnos en ellas, sino para integrarlas y trascenderlas. Cuando nos anclamos en una emoción, más temprano que tarde será cosa del pasado y nos perdemos de experimentar conscientemente lo que trae el ahora. Este momento social, político y económico que vivimos nos genera muchas emociones. Desde ellas surgen empatías con algunas personas y rivalidades con otras; se configuran bandos que no le apuestan a la totalidad, sino que siguen perpetuando la segmentación; nos seguimos dividiendo. Es ahí donde vamos.
Es posible que empecemos a construir colectivamente. Para la mayoría de nosotros, que no estamos en las esferas del poder, esa construcción está en lo micro. La vida comprendida desde lo macro deja de ver la realidad de millones de personas. Por ello, ninguna teoría macroeconómica ha logrado terminar con la pobreza. Esta es una invitación a reconocernos en lo pequeño, desde el yo individual hasta el nosotros colectivo de la pareja, la familia, los círculos cercanos. Es ahí donde, a partir del caos y en medio de la incertidumbre, podemos atrevernos a construir nuevos órdenes, equitativos, incluyentes, dignos para todos. Tenemos una vida digna cuando nos escuchamos en familia. Generamos equidad cuando nos solidarizamos con los campesinos que nos ofrecen su mercado en el parque cercano y les compramos sin intermediarios. Somos incluyentes cuando soltamos de nuestros corazones y cabezas los prejuicios sobre el otro, porque es diferente.
Cuando nos asociamos, la fuerza del grupo es mayor a la individual. Crecemos en poder, no de uno solo parea pisotear al resto, sino el del equipo para beneficio de todos. Quienes hemos experimentado la solidaridad en primera persona, sabemos lo valioso que es el apoyo de un amigo cuando estamos en momentos de crisis. ¿Cómo podemos ser solidarios con otros amigos, cuando nosotros ya estamos mejor? ¿Cómo ampliamos el círculo para ser igualmente solidarios con quienes no conocemos? Esa solidaridad la podemos hacer con una oración, compartiendo un mercado o sencillamente siendo compasivos y dejando de juzgar. Cada quien encuentra su manera de aprovechar el caos para crear nuevos órdenes en su entorno cercano. ¡Es posible!...