

Una de las características más fundamentales de la cultura política colombiana, interrumpida esporádicamente cuando llegan épocas particularmente prósperas, es el pesimismo desmesurado frente al futuro del país.
Ciertamente hoy tenemos mayores fundamentos para alimentar ese pesimismo que en cualquier otro momento de los últimos 20 años. El próximo gobierno tendrá que revertir el fortalecimiento del terrorismo y la delincuencia, recuperar nuestros servicios públicos del sabotaje estatal y revivir nuestra economía estancada tras cuatro años de despilfarro, corrupción e ineficacia. Deberá lograrlo frente a una difícil coyuntura internacional, recuperando ante los inversionistas y gobiernos extranjeros la imagen de estabilidad y credibilidad que habíamos construido y en gran medida hemos perdido. Seguramente deberá enfrentar la oposición violenta de un movimiento radical y sanguinario que no desistirá de sus intenciones de monopolizar el poder público hasta que lo hayamos desterrado de los corazones del 30% de los colombianos.
Sin embargo, mucho menos se habla de las fortalezas que podremos aprovechar a partir del 2026, producto de los gobiernos locales y regionales que los colombianos sabiamente eligieron en el 2023 y cuyos esfuerzos sentarán las bases de nuestra reconstrucción nacional. Hoy quiero destacar algunos de esos logros esperanzadores.
Este mismo año, se prevé la inauguración de Puerto Antioquia en el golfo de Urabá. Con una capacidad inicial de 650,000 contenedores TEU, casi tres veces la del puerto de Santa Marta, se convertirá en el tercer puerto más importante de Colombia, superado únicamente por Cartagena y Buenaventura. Contará además con la profundidad suficiente para recibir barcos post-Panamá, las embarcaciones de carga más grandes del mundo.
Para el año 2027, podemos anticipar la culminación del Túnel del Toyo, que será el túnel vial más largo del hemisferio. Junto con Puerto Antioquia, este proyecto contribuirá enormemente a la economía antioqueña, reduciendo los tiempos de viaje entre Medellín y el Urabá de alrededor de seis horas a cuatro horas y media. También será crítico para los ciudadanos del Eje Cafetero, Bogotá, Cundinamarca y el Valle del Cauca, entre otras regiones del país que podrán ver reducciones del 30% en el tiempo necesario para llegar a los puertos del Caribe. Nuestras grandes urbes andinas, que concentran la mayor parte de nuestra población y actividad económica, podrán beneficiarse de exportaciones más competitivas e importaciones más baratas, mientras que el puerto de Cartagena, que ya es el más importante del mar Caribe, podrá seguir especializándose como centro logístico para el comercio global y adaptándose a las condiciones de desarrollo del Caribe colombiano.
Finalmente, a partir del año 2028, nos podremos beneficiar de la inauguración del anhelado Metro de Bogotá. Apenas la Línea 1 será suficiente para transportar más de un millón de capitalinos diarios, alcanzando niveles de tránsito similares a todo el sistema SubTe de Buenos Aires. De principio a fin, hará posible recorrer en 27 minutos distancias que hoy toman más de dos horas con los medios de transporte público existentes, contribuyendo además a la descongestión de las vías para los millones de bogotanos que decidan seguir usando transporte particular. Los ciudadanos recuperarán, en conjunto, cientos de millones de horas al año, permitiéndoles ser mucho más felices y productivos.
Faltan alrededor de 500 días para que comience el próximo mandato presidencial. Los colombianos deberemos elegir y hacer cumplir la llegada al poder de un gobierno que pueda aprovechar estas oportunidades, no solo para prevenir la temida hecatombe, sino para garantizar el futuro mejor que está a nuestro alcance.