El amor y las obras
Este 5o. domingo de pascua desea subrayar nuestra unión con Cristo Jesús, muerto y resucitado por nosotros, y la necesidad de producir frutos en las buenas obras. La primera lectura nos muestra a Pablo que narra su conversión a los apóstoles y sus predicaciones en Damasco. La experiencia de Cristo lo llevaba a hacer una nueva lectura de la Escritura y a descubrir el plan de salvación. Su anhelo es el de predicar sin descanso a Cristo a pesar de las amenazas de muerte de los hebreos de lengua griega (Hch 9, 26-31). En la segunda lectura, San Juan continúa su exposición sobre la verdad del cristianismo de frente al gran enemigo de la “gnosis”. El amor no se demuestra en bellas palabras o especiales iluminaciones, como pretendían los gnósticos, sino en obras de amor (2L, 1 Jn 3, 18-24). No se puede separar la fe de la vida moral. La parábola de la vid y los sarmientos nos confirma que sólo podremos dar frutos de caridad, si permanecemos unidos a la vid verdadera, Cristo el Señor (EV, Jn 15,1-8).
El mandamiento del amor es el principal de todos y el que nos ayuda a decidir qué es lo que se debe hacer “aquí y ahora”. Permanezcamos unidos a Dios en nuestra vocación familiar, profesional religiosa, sacerdotal para que demos frutos de vida eterna, para que nuestra vida no se consuma infructuosamente en los avatares mínimos de cada día. Pero todo esto no es posible, si no permanecemos unidos a Cristo, vid verdadera.
En ocasiones uno se pregunta: ¿Qué debo hacer en este caso que tengo en frente, en esta circunstancia de mi vida? ¿Cómo comportarme ante esta dificultad o problema? En estas situaciones puede ser muy útil e iluminador preguntarse: ¿qué es aquello que a Dios más agrada? ¿Qué esperaría Cristo de mí en esta circunstancia? Son preguntas sustanciales que iluminan de golpe el acontecer de nuestras vidas. Son preguntas que robustecen el alma, que encienden el amor en el pecho y dan la fuerza para afrontar lo que viniere por amor a Dios y a las almas. Este domingo nos invita a amar no sólo de palabras, sino con las obras. Las obras son nuestras tareas diarias, son nuestras responsabilidades en el hogar y en el trabajo; en la escuela y en la vida social. Efectivamente ahora ya no tenemos otro oficio, como San Juan de la Cruz, sino el amar. “Al atardecer se nos juzgará sobre el amor”.
Preguntémonos sinceramente: en este año ¿a cuántas personas he acercado a Dios por mi palabra, por mi testimonio, por mis obras? Si queremos llegar al cielo con las manos llenas de frutos no dejemos pasar nuestro tiempo sin trabajar. /Fuente: Catholic.net