“El país no puede convertirse en una patria atascada”
Captura de Jesús Santrich, acusado de conspirar para traficar cocaína a los EE.UU. Asesinato de ocho policías en Urabá perpetrado por el rezago del paramilitarismo denominado “Clan del Golfo”. Asesinato de periodistas ecuatorianos por disidentes de las Farc encabezados por alias “Guacho”. Debate sobre la corrupción en los POT, promovido por el senador Galán, durante el cual el senador Uribe se “salió de casillas”. Y, por si fuera poco, develamiento de corrupción en la gestión del fondo “Colombia en paz” con la participación de un sobrino de Iván Márquez, también involucrado en la conspiración de la que es acusado Santrich.
Lo dicho ocurre al mismo tiempo en que avanza una campaña a la Presidencia de la República caracterizada, entre otras, porque en diferentes modos y momentos salen a relucir efectos de las heridas -no sanadas- por mutuas agresiones entre uno y otro candidato o por errores del pasado de ellos o de sus jefes, oscureciendo así las diferentes propuestas de gobierno. Todo lo cual se ventila en las redes sociales, repotenciando el ambiente de discordia que hemos vivido durante los últimos diez y seis años.
En fin, lo anterior es una mirada al acontecer nacional que nos arroja un cuadro por demás patético que bien podría sintetizarse en una caricatura de la paloma de la paz boqueando en una unidad de cuidados intensivos.
Y surge el interrogante: ¿Será que estamos condenados ya no a una re-edición de la “Patria boba” sino a vivir durante los próximos años en una “Patria atascada” y que en el futuro los historiadores tengan que denominar “la Patria de lo que pudo haber sido y no fue”?
Para responderla empecemos por caer en la cuenta que desde los 80’s Colombia ha estado subiendo por una especie de escalera constituida por un proceso de pacificación, cuyo punto de llegada es la paz político-social. Proceso este que ha sido ostensiblemente insuficiente, lo cual se constata con los acontecimientos reflejados en el cuadro descrito al comienzo. No obstante, el peldaño que se subió con la firma del “Acuerdo del Colón”, el consecuente desarme de las Farc y lo que se ha avanzado en la implementación de lo acordado, constituye un logro por demás importante.
Ahora bien, en un país tan acendradamente presidencialista, el próximo presidente incidirá decisivamente para que seamos o no “la Patria atascada”. Así las cosas, debemos ser conscientes de que en los próximos años conoceremos “verdades incómodas” sobre varios políticos, militares y empresarios en áreas alejadas del centro del poder, que surgirán de la JEP y la Comisión de la Verdad. Por esto se requiere un mandatario con cualidades y defectos, como cualquier otro, menos con el de su autoridad moral deteriorada por actuaciones y ejecutorias del pasado, en especial por las directamente relacionadas con la pacificación. De lo contrario, no podrá ejercer como árbitro frente a esas “verdades incómodas”, es decir, no podrá lograr que se conviertan en elementos pacificantes y no de retaliación o venganza.