““Estamos juntos en el mismo prekínder”
“Fulano de tal no es un hombre de verdad”. “Perenceja de Pascual tampoco es una mujer de verdad”. Estas frases, tan recurrentes en las telenovelas, las solemos repetir en la vida real. Al fin y al cabo, las telenovelas se nutren de la realidad y la retroalimentan.
En esta tercera dimensión en que habitamos, la vida suele convertirse en un drama. Cada quien construye los suyos propios y se hace correspondiente con algunos ajenos, en una dinámica existencial que tiene como propósito aprender y evolucionar. Esto lo podemos reconocer cuando somos espectadores de una novela ajena o ya hemos superado algún capítulo de la propia. Pero, cuando estamos en el clímax dramático de nuestra historia personal nos cuesta mucho trabajo identificar aquello que estamos viviendo como algo perfecto para nuestro desarrollo existencial. Dado que somos en tanto que nos relacionamos, es en las interacciones cotidianas donde en realidad crecemos. Unas relaciones nos gustan más que otras, hay eventos en las relaciones que nos agradan más que otros. Es en los encuentros amargos cuando, con bastante frecuencia, aparecen la queja y el disgusto por esas personas que se “cruzaron” en nuestro camino y no responden o respondieron a nuestras expectativas.
“No es un hombre de verdad, no es una mujer de verdad”. En realidad no hay tal cosa, pues aquí, en esta dimensión, quienes la habitamos somos de verdad. Es de verdad que encarnamos, cada quien para cumplir una misión existencial. Es de verdad que en la ruta del aprendizaje hacemos diferentes cursos en simultánea: amor, bienestar, misión…Cualquiera que sea el curso, mientras estemos en este planeta no nos hemos graduado. El final de los cursos será la muerte física y solo allí sabremos si seremos promovidos de prekínder a kínder. Mientras tanto, aquí todos somos pequeños, aunque a veces se nos olvide. Bástenos con recordar la diferencia de tamaño entre la Tierra, Júpiter, el Sol y la Vía Láctea… Sí, somos minúsculos. Así que mirar por encima del hombro a otra persona verdaderamente sobra.
Encarnar en esta densidad que conocemos como vida no fue fácil. Fue algo así como pasar el oxígeno de estado gaseoso a sólido. Aunque parezca imposible, algo similar hizo cada alma individual para convertirse en humano. Es por ello que toda persona merece nuestra honra y es digna de nuestra admiración, así las vanidades inherentes al ego nos hagan creer que, aunque somos semejantes, hay algunos más semejantes que otros, que hay personas de primera clase y otras de quinta. Cuando alguien nos traiciona, nos hiere, nos lastima, nos agrede, es porque de alguna manera nos hacemos correspondientes con esa situación. Cuidado, esto no justifica ni la agresión, ni la violencia, ni la traición: si nos permite comprender que nada de lo que ocurre es casual, que ningún encuentro es gratuito, que la existencia es mucho más grande que lo que evidenciamos con los sentidos, analizamos con la cabeza y sentimos con el corazón. Quien haya llegado a nuestra vida, con su carga, bienvenido, pues si hubo encuentro era porque vibrábamos en la misma frecuencia. Todos somos de verdad, al menos la verdad relativa que somos capaces de percibir en este prekínder.