La elección de Iván Duque en 2018 se debió principalmente a que mostraba “la cara amable del uribismo” y no se le percibía desleal a su jefe. Pero desde entonces había señales del “otoño del patriarca”. El mismo que desnutrido políticamente por sus líos judiciales y el muy pobre ejercicio de la presidencia de Duque, desembocó en “el invierno del patriarca”, y por ende del uribismo. Por esto gran parte de la opinión pública se ha unido en contra de Duque y este se convirtió en el más efectivo freno a la campaña de “Fico” y uno de los mejores promotores de la campaña de Petro.
De cualquier manera, en el trasfondo de la campaña a la presidencia ha gravitado el hecho de que los 20 años de “la era Uribe” arrastraron el ejercicio de la política a un punto muy bajo. De ahí la descomposición político-moral que hemos presenciado. Promesas populistas, insultos, calumnias, infiltraciones, espionaje, mentiras, fakenews, el “todo vale” con tal de llegar a la primera magistratura del Estado.
Uno de los principales aspectos que están incidiendo en lo descrito es la paulatina catarsis que a raíz del proceso de paz con las Farc hemos estado viviendo, la cual se estimulará sensiblemente a finales de junio cuando la Comisión de la Verdad presente el informe final. Lo cierto es que el padre de Roux ha ido adelantando unos elementos de diagnóstico como, por ejemplo: “Para nosotros es importante el contraste de los distintos puntos de vista”. “El informe es muy duro con (…) y todos aquellos que tienen responsabilidades en el conflicto”. “Los que siguen en modo de guerra tendrán problemas para acoger la verdad”.
Ahora bien, recientemente se estuvo hablando del “perdón social”, del cual se puede decir que es el que progresivamente le va otorgando, si no toda, sí una parte considerable de la sociedad a quienes la han afectado con sus conductas. Es el caso, por ejemplo, de las conductas y actitudes que asumen los favorecidos con indultos y/o amnistías después de una negociación que conduzca a la paz. Y en este orden de ideas podemos afirmar que a personas como el candidato presidencial Gustavo Petro, la mayoría de la sociedad colombiana le ha otorgado dicho perdón social. Si así no fuera, no se entendería ni la alta votación que obtuvo en 2018 ni los altos porcentajes en las encuestas de la campaña que se acerca a su final.
El punto que quiero destacar es el de que el próximo presidente debe tener la suficiente autoridad moral y experiencia para afrontar serenamente y comprender las duras verdades que publicará la Comisión y las que seguirá mostrando la JEP. Y Petro, tanto por sus vivencias cuando fue guerrillero como por el perdón social que ha venido recibiendo, es el más apto para liderar la sociedad hacia mejores estadios de convivencia. A lo cual se suma un programa de corte socialdemócrata y medioambiental que incluye propuestas de realizar cambios en el modelo neoliberal en concordancia con la agenda del estallido social que vivimos en 2019 y 2021.