Los votos en las elecciones colombianas han llegado a unos niveles insospechados, que se convierten en peligros mortales para quienes compran, venden, canjean, o hacen buen uso de los sufragios.
Antes los votos se conquistaban con programas, promesas y ofertas futuras de los gobiernos que salieran triunfantes. Ello ponía a temblar a los perdedores, porque las barridas eran implacables cada 8 de agosto. Godos y cachiporros suplicaban a sus parientes y amigos acudir a las urnas, para asegurar la “lata” y la supervivencia de sus familias.
Con el tiempo, a las “chanfas” o “corbatas”, se les fueron sumando otras prebendas y privilegios, para quienes lograran llevar el mayor número de votantes.
Esta práctica se mantiene, de acuerdo con el número de personas que decidan en congresos, asambleas o concejos. La repartición del poder se maneja con eso que últimamente llaman mermelada. El azucarado manjar se traduce en posiciones en el alto gobierno, contratos, embajadas, consulados y cuanta gabela se atraviese.
Algo trascendental es el poder que los jefes amasen y ejerzan sobre la tropa, porque ese dominio depende, regularmente, del “voltearepismo” de cada dirigente.
Así las cosas, el gran imperio va quedando en muy pocas manos. Surgen unos autócratas que se convierten en amos, dueños y señores de territorios, departamentos, ciudades, barrios, veredas, grupos, ñoños y ñeñes. A través del abusivo poder, en medios, redes y bodegas; de amenazas, promesas, puestos, contratos y demás actos corruptos, manejan a la perfección los hilos del Estado, de la sociedad, de los buenos, de los malos y en general de todo lo que signifique supremacía, dominio o autoritarismo.
Y hay grupos que a través del dinero -regularmente sucio- se proyectan por encima de la ley, de las normas y se burlan de los resultados electorales.
Así se gobierna este mundo moderno y corrupto. Se abusa de todo. Sin sonrojo, a través de telefonemas, se imparten perentorias órdenes, que modifican los resultados electorales, sociales y judiciales
Cuando el billete no alcanza simplemente se ordena: “hay que trabajar mucho. Hay que buscar una plata para pasar bajo la mesa y soltarla en los departamentos. Esta vez no está la plata que robaron a Vargas”.
Esto contrasta con agradecimientos cuando las cosas salen bien: ¨agradezco a Mama Franca, a la que saludo a distancia, con enorme afecto…¨
Al final, la plata llega, unos pocos saben de dónde y… ¡las elecciones se ganan! Lo importante es triunfar… ¨eso después se paga¨, como ocurrió con una “fiel” servidora pública que renunció cuando descubrieron su participación en un ¨manejo¨ electoral del Ñeñe Hernández y que, aunque estaba comprometida en el tema, salió del país, como suelen hacerlo los miembros de ese movimiento cuando son investigados. Para completar la hija de la implicada, recibió jugoso nombramiento en el consulado de Miami.
Así, funcionan las cosas cuando gobierna el dinero, bien o mal habido.
BLANCO: Lo que más preocupa a los jóvenes es el desempleo.
NEGRO: No solo los carros contaminan. Pilas alcaldesa.