Se ha sabido que, discretamente, los EE.UU. están tratando de llegar a un acuerdo con Irán para que abandone sus pretensiones nucleares.
Ellos, los persas han venido acelerando sus esfuerzos por contar con armamento nuclear y han estado a punto de lograrlo.
A sabiendas de que el Medio Oriente es un auténtico polvorín, Washington hace todo lo posible por reducir este riesgo.
Suficiente problema tiene ya la superpotencia con la guerra en Europa del Este y la que se avecina en el Océano Índico sobre Taiwán como para agregarle otra en la que Irán agreda a Israel, su aliado histórico y natural.
Es por eso que recurre a la intermediación de Omán, cuyo gobierno mantiene también excelentes relaciones con los iraníes.
A cambio de que paralicen su carrera nuclear, la Casa Blanca les estaría ofreciendo el levantamiento de sanciones y ayudas que equivalen a miles de millones de dólares.
Pero, claro, los persas no son fáciles en la mesa de negociación y menos ahora que han logrado máximo protagonismo en el sistema de seguridad internacional.
Se han convertido en proveedores de armamento clave para Rusia y, gracias a la mediación de China, han normalizado sus relaciones con Arabia Saudí.
De hecho, acaban de crear una poderosa alianza militar en el área de la que hacen parte los propios saudíes, pero también países esenciales como India y Pakistán.
En otras palabras, los acercamientos discretos entre los EEUU e Irán preocupan e irritan sensiblemente a Israel.
Hace poco más de un año, cuando Washington llegó a considerar la posibilidad de borrar a la Guardia Revolucionaria Iraní, bastión del régimen, de la lista de organizaciones terroristas, Israel lo consideró como «un insulto».
En concreto, Jerusalén expresó con toda claridad que le costaba creer que EEUU «abandonara a sus aliados más cercanos a cambio de promesas vacías de terroristas» lo que llevó a que, finalmente, el presidente Biden mantuviera intacta la lista.
Por la misma razón, Israel se opone hoy a las eventuales tratativas entre norteamericanos y persas.
Sostiene, basándose en la experiencia, que tales “acuerdos no solo allanarán el camino de Irán hacia una bomba nuclear, sino que llenarán sus bolsillos con cientos de miles de millones de dólares”.
Con lo cual, es apenas natural llegar a la conclusión de que ¡“ningún acuerdo con Irán obligará a Israel””, destacando así que, en materia de amenazas existenciales, el interés nacional siempre será superior a cualquier alianza, por importante que sea.
En definitiva, Biden tiene dos opciones: o negocia con los persas y traumatiza su alianza con Jerusalén, o coordina su estrategia con los israelíes que, por supuesto, conocen al dedillo las pretensiones de Teherán.
En el fondo, estos no son tiempos para andar con improvisaciones, experimentando en tan delicadas materias.
Y a juzgar por los resultados recientes, los norteamericanos lo saben perfectamente. Mejor que nadie.