Los seres humanos somos absolutamente poderosos. Sin embargo, muchas veces elegimos estar en la fuerza y no en el poder.
Ejercemos la fuerza cuando luchamos, cuando competimos, cuando queremos vencer al otro y nos mantenemos en la dualidad. Esa fuerza nos separa, hace que nos opongamos y que nos mantengamos en nuestros egos: la vanidad de ser reconocidos por vencedores, la envida porque a los otros les fue mejor, el miedo a perder, la venganza para sacarnos el clavo por la derrota anterior, la avaricia de no compartir con los demás nuestras claves para el éxito, la gula de querer ganar más y más, la ira por no haberlo hecho bien, la soberbia de tener la medalla puesta, la pereza de mirar hacia adentro…
¡El poder es otra cosa! El poder nos viene de Dios o como queramos llamarle a la Fuente Suprema Universal. Es unidad, totalidad, integridad, cooperación, solidaridad. En una palabra, Amor, con A mayúscula. El poder es hacernos reflejo de ese Amor, que a la vez es Luz y Consciencia. Sí, los seres humanos tenemos poder y cuando lo dirigimos hacia donde corresponde obtenemos resultados sobresalientes. ¿Utilizamos nuestro poder interior? No siempre, se nos suele olvidar, especialmente en momentos de crisis.
De hecho, nos puede costar trabajo mirarnos por dentro. Identificar los monstruos interiores asusta, un miedo esperable en un mundo que privilegia la imagen y todo lo que pueda mostrarse, para que en la comparación se establezca quién es el mejor. En el mundo interior no hay mejores ni peores, las comparaciones no caben. Todos los seres humanos arrastramos historias que sanar, dolores que enfrentar, heridas que reparar. Es allí cuando necesitamos conectarnos con nuestro poder.
Para que algunas personas descubran y usen su poder interior ha sido necesario sufrir un accidente, ser víctimas de un ataque violento, hacer una enfermedad dolorosa o vivir la muerte de un ser querido. Sin embargo, no necesitamos llegar a esos extremos aterradores para reconocer que somos poderosos y aventurarnos en el mundo interior. Cada ser humano es poseedor de esa potencia vital: la tenemos desde que el potente espermatozoide fecundó al poderoso óvulo.
Los poderes femenino y masculino se fusionaron, lo cual nos permitió encarnar. Somos depositarios del poder de nuestros ancestros, materializado en el cuerpo físico que somos. Es la potencia que impulsa al corazón para bombear sangre a todo el cuerpo, la que permite que las neuronas se conecten, el ímpetu que trasciende lo físico y permite que tengamos pensamientos y sentimientos poderosos.
Cuando decidimos usar nuestro poder para mirarnos por adentro, nuestra vida es radicalmente mejor. Y podemos soltar miedos, rabias, parálisis, frustraciones, culpas, abusos, abandonos, traiciones, “amores” insanos… Y podemos decidirnos aquí y ahora.
@eduardvarmont