Cada vez que se inaugura una nueva carretera el país avanza en conectividad, algún pueblo deja décadas de atraso, los gobiernos celebran sus ejecutorias, luego vienen la pavimentación, la ampliación y pareciera que las vías terrestres llegan a su mayoría de edad cuando se convierten doble calzada y están a acompañadas de túneles, viaductos y puentes, pero por sobre todo reducen considerablemente los tiempos de desplazamiento. Es el éxito total, podemos estar más rápido en lugares donde era impensable. Eso se llama desarrollo vial y se debe celebrar, entre otras, porque se incrementa la seguridad de los viajeros.
Con estos desarrollos viales los humanos podemos mejorar las condiciones de vida, logramos mejorar la cadena de suministros, ganamos tiempo en nuestros desplazamientos, los campesinos sacan sus cosechas y se incrementa el flujo de visitantes generando nuevas dinámicas comerciales, todo muy positivo. Este progreso deja expuestas a las especies de los ecosistemas por donde atraviesan nuestras vías, en ellas pierden la vida diariamente miles de animales que vieron fragmentado su ecosistema.
En nuestros recorridos es frecuente encontrarnos, especialmente en las vías primarias y secundarias, con el cadáver de algún espécimen exótico; es una constante tristemente invariable en las carreteras colombianas. Construimos para conectar territorios habitados por humanos, con estándares de movilidad humana, cada vez más refinados pero en la planeación dejamos a un lado a quienes viven de manera permanente en los territorios que copamos con cemento y asfalto. Con todo y que para hacer las carreteras se tramitan licencias ambientales, importa que durante su construcción se impacte lo menos posible la biodiversidad, importa menos lo que les suceda cuando entre en operación, deben asumir el riesgo de la actividad.
Que un automovilista, motociclista, ciclista o peatón se accidente en una vía es un riesgo inherente a la actividad de circulación, se minimizan con medidas técnicas y de señalización, eso para humanos. Los animales no responden a esos tecnicismos humanos, ancestralmente han habitado estos ecosistemas, persistirán en mantenerlos funcionales al tiempo que garantizan la presencia de la especie en el territorio, garantizando silenciosamente los servicios ecosistémicos que hacen cada lugar tan especial y único; esparcen semillas, oxigenan bosques, controlan plagas, evitan desaparición de especies de flora, ayudan a crear agua…en fin hacen que cada región tenga identidad y lo hacen silenciosamente.
Hay señalización que advierte, en algunos escasos lugares, la presencia de animales silvestres, por tanto del riesgo de encontrárselos por el camino, sin embargo son señalizaciones que van encaminadas a prevenir la accidentalidad humana, no la animal, es lo regular. Parece que las cosas están cambiando y estamos avanzando en la consideración animal para proteger sus intereses, su derecho a vivir y conservar su existencia; eso está sucediendo en el eje cafetero, quien transita por sus vías se encontrará con el sugestivo mensaje “Tú vas de visita, ellos están en su casa”. Es una gran iniciativa, pero urge acompañarla de la construcción de pasos de fauna silvestre. Los animales importan, son vida.
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