Por: Andrés Molano-Rojas* | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Noviembre de 2015

“¡PORQUE estamos en 2015!” —contestó el nuevo primer ministro canadiense, el liberal Justin Trudeau (que estudió literatura y educación, y antaño practicó el boxeo con fines caritativos) cuando una periodista le preguntó por la paridad de género de su gabinete, en el que 15 hombres y 15 mujeres reflejan también la enorme diversidad (y el potencial) de Canadá.  En efecto:  dos de los 30 ministros pertenecen a las primeras naciones -Innuit y Kwakwaka’wakw-, tres nacieron en el extranjero, dos pertenecen a la comunidad sij -religión monoteísta fundada en India en el siglo XVI—, uno es musulmán y además refugiado -encargado de la cartera de Instituciones Democráticas-, otro es abiertamente gai, otro -el ministro de Transporte- es astronauta, otro es ciego, hay uno cuadripléjico y otro atleta paralímpico.  Y por si fuera poco, la ministra de Ciencia no sólo es una verdadera científica… sino que además formó parte del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático que ganó el premio Nobel en 2007.

Naturalmente, la composición de un gabinete no garantiza por sí sola la calidad ni la eficacia del gobierno.  Muchos gobiernos “de notables” han producido resultados más bien magros, a despecho del prestigio de sus integrantes; y la distribución igualitaria de los despachos no romperá por sí sola el techo de cristal que continúa lastrando el ascenso de las mujeres a los centros de poder y liderazgo en los distintos ámbitos de la sociedad.  Más aún:  el hecho de tener una experiencia de tres décadas en el ejercicio de la medicina no asegura el éxito de la gestión de la doctora Jane Philpott como ministra de Salud.  Pero no cabe duda de que es 2015, y es quizás ese tipo de apuestas el que vale la pena hacer en el esfuerzo de transformar la política y la gestión gubernamental.

Es 2015, y sin embargo, muchos líderes políticos parecen no haber caído en la cuenta de ello.  Por eso siguen gobernando y pensando lo público con arreglo a lógicas completamente obsoletas.  Por eso siguen administrando el presente como si este fuera simplemente el legado del pasado y no el trampolín para proyectar el futuro.  Y por eso, tal vez, muchos ciudadanos se sienten cada vez más decepcionados de la política y acaban refugiados en la indiferencia o en las falsas promesas de la anti-política, o simplemente deslumbrados por la política-espectáculo.

Es 2015, y a Trudeau le queda un largo camino por recorrer.  Pero por lo menos, ha elegido un punto de partida radicalmente distinto.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales