Al final, el todopoderoso Elon Musk dio su brazo a torcer y compró Twitter. BBC Mundo tituló este rocambolesco negocio como "el acuerdo más loco de la historia de Silicon Valley". Apenas comenzaron a sonar las campanas de demandas, estafas y cheques sin fondos, mágicamente el negocio finalmente se logró concretar.
En un mensaje que toca tomar con pinzas, Musk indició que, las redes sociales corren el riesgo de aumentar la polarización de la opinión pública entre la extrema derecha y la extrema izquierda, algo en lo que también han caído los medios tradicionales, y él quiere contribuir a superar este riesgo "para ayudar a la Humanidad" que amo, y "no para hacer dinero", señala el hombre más rico del mundo.
El rico de ricos aseguró que, su visión Twitter "no puede convertirse en un infierno gratis para todos, donde puede decirse cualquier cosa sin consecuencias", sino que debe "respetar las leyes". “La plataforma debe convertirse en un lugar cálido y acogedor para todos, donde cada uno puede elegir su experiencia deseada según sus preferencias", y la comparó con la experiencia de ver cine o jugar a videojuegos según la edad de cada persona.
Perdón lo negativo, pero el caso es que hay muy poco de temas filantrópicos y mucho de política estadounidense y en general de geopolítica con esta millonaria transacción. Los duros de la política están esperando que Twitter le devuelva la cuenta suspendida en Donald Trump por cuenta de la nueva administración. Todo esto, ad portas de unas elecciones legislativas que están que arden en los Estados Unidos.
Si todo sale como se espera, cuando están leyendo esta columna Donald Trump habrá regresado a su hábitat natural. Donald habrá regresado a Twitter, la red donde conquistó a sus seguidores y los volvió fanáticos. Por supuesto, existe una posibilidad latente para que se mantenga el alejamiento del expresidente y ahí se podría abrir un duro frente de batalla.
Ahora, también existe un importante componente geopolítico en esta millonaria compra de Twitter. Musk no quiere lo mejor para “el futuro de la civilización” como dijo fastuosamente. El objetivo es otro: hacerle contrapeso a China con su ya peligroso (e invasivo) Tiktok. Esta guerra comercial (fría) que se vive entre Estados Unidos y China también se está trasladando a los gigantes de tecnología.
Venimos indicando desde esta tribuna el poder que está logrando China con la plataforma Tiktok y como Meta (Facebook, Instagram y WhatsApp) está perdiendo el liderato en la poderosa industria de la atención. Así que, creo que la apuesta del buen Elon es una cuestión más política y acaso patriótica: el objetivo es que una empresa americana les pelee el liderato a los chinos de Tiktok.
Y sí, esta compra tiene mucho que ver, también, con el devenir de la guerra, mejor con la invasión, de Rusia en Ucrania. Las redes sociales se han convertido en otra arma, quizá más poderosa que los drones o los tanques. El control de esa arma por parte del megamagnate (y de fondo de Estados Unidos) es un intento por controlar la guerra mediática.