El cambio climático es un peligro inminente que hoy enfrenta la humanidad. Son muchos los causantes de dicho peligro. Pero es claro que los gases producidos por la gasolina, usada por los automotores actuales, potencian el efecto invernadero, la lluvia ácida, la contaminación del agua, el aire y el suelo.
Una de las medidas que los gobiernos están tomando para disminuir, y con el tiempo eliminar los nocivos gases derivados de combustible fósiles, es impulsar por todos los medios posibles el desarrollo y producción de vehículos eléctricos, para tratar de revertir el amenazador cambio climático.
Esto venía sucediendo desde hace unos años, en la mayoría de los casos con la lentitud de una tortuga. Los gobiernos firmaban acuerdos y hacían discursos magnánimos, pero poco efectivos. Millones de autos impulsados por petróleo se continuaron produciendo y vendiendo.
Pero las cosas cambiaron en los años recientes. Los ciudadanos del mundo comenzaron a mostrar su furia: “estamos destruyendo el planeta”, fue el grito que se oyó en todos los rincones. Las grandes movilizaciones mundiales de personas del común, muchas veces encabezadas por jóvenes, conscientes de la rápida degradación de su hábitat y del horror que enfrentarían en su futuro si no cambiaban las cosas, hicieron que finalmente los gobernantes se “pusieran las pilas”.
Las potencias industriales comenzaron a pasar leyes para impulsar la producción de vehículos eléctricos o híbridos, en el menor tiempo posible. A dichas leyes se sumaron toda clase de incentivos fiscales y comerciales para las compañías que lo lograran.
En los dos últimos años, finalmente, sucedió lo que todos esperábamos, las automotrices más poderosas del mundo presentaron planes convincentes sobre la eliminación en las próximas décadas de su producción de vehículos no eléctricos.
El éxito del multimillonario Elon Musk, diseñador y productor de los autos eléctricos Tesla, además de los incentivos recibidos del gobierno estadounidense, hicieron que las acciones de su compañía se dispararan al techo.
Otras compañías automotoras fueron tras su éxito, la valorización de sus acciones y sus productos. Hoy, la industria automotriz y todos los países quieren lograr la tajada más grande del mercado para el nuevo producto. Hay que posesionarse en primer lugar. El mercado es inmenso y valioso. ¡A producir vehículos eléctricos!
Las ganancias económicas y la furia de la población, sumadas a los incentivos económicos para productores y consumidor, lograron el milagro. General Motors ha anunciado que a partir del 2035 no producirá más autos de gasolina. Volkswagen, el mayor productor europeo de automóviles, ya presentó sus modelos ID.3 y el ID.4 y marcas de lujo como BMW y Mercedes, desarrollan o tiene ya sus propios modelos, igual sucede con Renault y Ford. Se avecina el fin del auto de combustión.
Naturalmente los chinos, donde una buena parte de sus casi mil quinientos millones de ciudadanos quiere uno de los nuevos autos eléctricos, no se han quedado cruzados de brazos y cuentan con varias compañías produciendo vehículos eléctricos de buena calidad para su propio mercado y el mundo.
He montado en un par de carros eléctricos y les cuento que los diseños son hermosos, además, son silenciosos y andan delicioso. Eso sí, el tamaño de la pila es enorme. ¡Vivimos el futuro! Dios quiera que, con todos estos cambios, el Planeta tenga futuro.