A propósito del diezmo | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2016

Dicen que se le fueron en tropel algunos al Padre Linero por su opinión acerca del diezmo. En Colombia ya no se puede hablar o escribir de nada sin que se corra el riesgo de que a uno lo linchen. Suena feo, pero no hay expresión más elocuente, dirían los violentólogos. Es cierto lo que afirma este ilustre clérigo caribeño: lo que Dios en Jesús nos pide es entregarnos totalmente para lo que Él quiera hacer y para lo que el prójimo necesite. Dios no pide porcentajes de nada. Sin embargo, también es cierto que se necesita con qué hacer las tantas obras de misericordia y justicia que Jesús nos pide y la humanidad reclama. Y no pocas de estas obras se hacen con dinero y punto. Pero el tema no es como para pelear ni para insultar a nadie.

Comencemos por decir algo importante: hablar del diezmo es referirse a un tema que comprendemos y no nos molesta a quienes vemos en la Palabra de Dios la orientación de nuestras vidas. Y su fundamento y arraigo está en la necesidad y el deber moral de todo hijo e hija de Dios de prestar ayuda al prójimo y de hacerlo por amor a Dios como motivo principal. Y me gustó una aclaración hecha por un pastor de una congregación cristiana: el diezmo no es para enriquecer al pastor, el cual tiene derecho a vivir de su trabajo, sino, sobre todo, para extender la caridad de Cristo a los más necesitados. Y en esta tarea con los pobres, todas las iglesias y aún las diversas religiones, podemos encontrar un punto excelente para unir esfuerzos, como de hecho sucede en varios casos.

Y, avanzando un poco más, cae muy bien la observación del Padre Linero: el ideal es que cada persona se entregue de lleno a Dios en lo que sea menester y no solo en sus posibilidades económicas. Todo aquel que pueda entregarse de lleno a servir a los más necesitados pues se asemeja más que nadie a Cristo, “que nos amó y entregó su vida por todos”.

Las personas, los bienes, el dinero, las capacidades, las oportunidades, si se ponen ante los ojos de Dios y se trata de hacerlos instrumentos de Él, siempre alcanzarán para todos y para todo. Lo único opuesto a esto es el corazón duro. El cristianismo es una fe que invita a que la persona salga de sí en busca de Dios y del prójimo y que una vez se dé el encuentro no se reserve nada pues Dios ha comenzado por darnos a su Hijo, “su único Hijo”. Por lo demás, nada de peleas por plata entre cristianos, pues eso sí que suena feo y hasta le damos papaya al Ministro de Hacienda para que nos cobre impuestos sobre un dinero que fundamentalmente es de los pobres y de nadie más.