Hay una enfermedad muy rara que solo afecta al 2 por ciento de la población, incluido el gobierno Santos, y que consiste en la incapacidad de reconocer los rostros, tanto el propio como los ajenos.
Aunque se conoce hace mucho, fue solo hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando el médico alemán Joachim Bodamer documentó y rotuló el problema tras estudiar el caso de un teniente afectado en combate.
Puesto en términos políticos, se trata de la incapacidad que padece un gobierno para reconocerse a sí mismo y para identificar a los demás, confundiendo gravemente a aliados y adversarios, tanto en el campo partidista como en las relaciones internacionales.
Como si fuera poco, la prosopagnosia es un mal incurable, de tal manera que el paciente puede hacer esfuerzos para controlar el asunto recordando aromas, colores y adornos, pero no puede superar el defecto en que vive, generando así un rechazo social permanente.
Rechazo que, para no ir muy lejos, se refleja en las encuestas de modo cada vez más grave, llegando a extremos como el del actual gobierno, que ya ocupa un lugar exclusivo en la antología de la aprobación ciudadana con ese 12 por ciento registrado en la última Yanhaas.
Dicho de otro modo, la prosopagnosia es el trastorno que padece el Jefe del Estado cuando se mira al espejo y no percibe que al ser elegido por primera vez la población no quería negociaciones con el terrorismo; que cuando fue reelegido, la gente no quería concesiones ni privilegios para el terrorismo; y que cuando perdió el plebiscito, la gente rechazó por completo lo que había negociado con las Farc.
En cualquier caso, es la misma patología que lo lleva a ver en Chávez o Maduro a sus mejores amigos aunque hayan perseguido, expulsado y maltratado compatriotas; a ver en Ortega a alguien con quien se puede negociar la soberanía en el Caribe, y a ver en Donald Trump al aliado perfecto cuando no hace más que recortarle los fondos para el postconflicto y reclamarle por el sospechoso incremento en los cultivos de coca o por la negación de extraditar a reconocidos terroristas.
En resumen, la prosopagnosia es aquella dolencia altamente riesgosa para el interés nacional y la democracia, que le lleva a Santos a decir que el país vive ahora en paz, a ver en Timochenko al refundador del Estado, a los opositores no armados como enemigos de la paz y a las presidenciales del 2018 como el escenario triunfal para la coalición entre el oficialismo y las Farc.