Si algo ha caracterizado al gobierno del presidente Duque es el protuberante vacío de pensamiento estratégico para dirigir la seguridad de los colombianos en sus diferentes dimensiones.
En el campo de la seguridad interna -cuyo propósito central debería estar orientado inequívocamente hacia las personas más que hacia las propiedades privadas y bienes públicos-, los asesinatos de líderes (as) sociales y desmovilizados de las Farc continúan aumentando comparativamente con años anteriores, sin que se perciban resultados en prevención medianamente satisfactorios. ¿Cómo esperar que se detengan, o al menos disminuyan, sin investigación seria sobre su posible autoría intelectual? ¿Cómo esperarlo si en el Gobierno se percibe más indolencia que preocupación?
En cuanto a seguridad nacional, estamos atravesando un momento francamente desastroso que quizás no lo ha sido más, solo por la pandemia. El hecho es que ante el mundo Colombia quedó como un país que permite utilizar su territorio para lanzar una operación militar no solo ilegal, sino además ridícula, para derrocar al régimen en Venezuela. Es más, una de las principales reacciones ante semejante fiasco fue entregar a los EE.UU. -de un día para otro y sin investigarlo-, al exgeneral venezolano Cliver Alcalá, pese a su declaración pública reconociendo que era el responsable de unas armas incautadas por nuestras autoridades en la vía Barranquilla - Santa Marta, que eran parte del complot para derrocar a Maduro. ¿Cómo reaccionó el Gobierno? Entre otras, ante una pregunta periodística sobre la operación “Gedeón”, el Ministro de Defensa, Trujillo, respondió: “Pero, ¡por Dios! ¿Dónde está la certeza de que se usó territorio colombiano? ¿Quién lo dijo? ¿A quién hay que creerle?”. Y esto mientras que casi al mismo tiempo en el Consejo de Seguridad de la ONU, la embajadora de EE.UU. declaraba: “En la medida en que EE. UU. investiga la supuesta operación, más detalles están saliendo a la luz. No podemos compartir todavía lo que hemos conocido, pero sí podemos decir esto: es obvio que la supuesta operación fue descubierta mucho antes”. Y para acabar de completar, en el momento más inoportuno por el contexto, recibimos con los brazos abiertos el apoyo de una brigada de tropas norteamericanas “para mejorar la lucha contra el narcotráfico” en regiones fronterizas con Venezuela, entre otras.
¿Resultado hasta el momento de todo lo anterior? Tristemente nuestra credibilidad internacional por el piso y nuestro Gobierno con la imagen de “cero a la izquierda” en la estrategia de un EE.UU. dirigido por un gobernante que ha hecho los mejores esfuerzos para echar por la borda el liderazgo que solía tener en el mundo occidental. Todo lo cual ha logrado fortalecer a un régimen que cuenta con el apoyo de Rusia, Irán y Cuba.
Alguien dirá que el Covid-19 ha demandado concentrarse solo en su control. Pero a estas alturas va quedando claro que tampoco hay una estrategia nacional diferente de medidas a cuenta gotas en función de la presión de distintos sectores, y de “delegar” la responsabilidad del regreso a la normalidad en los gobiernos locales.