Cuántos muertos, heridos y desaparecidos, cuántas pérdidas materiales, cuántos destrozos y cuántas ilusiones nos ha costado voracidad de un descarriado ministro al que no logró domar o controlar el presidente Duque. Carrasquilla, alineado por Uribe en la titular de este gobierno, debe estar disfrutando de su felonía en cualquier paraíso fiscal, mientras el país arde en medio del caos.
Policías armados y soldados equipados y en pie de guerra, violaron todos los derechos humanos. La Onu, Estados Unidos, la Unión Europea y la prensa internacional, repudiaron la actuación oficial y la de vándalos que sembraron el terror durante ocho días. Un twitter del ‘eterno’ ordenó a Duque atacar a la población que salía a las calles, impulsada por la extrema pobreza, el hambre y la desesperanza.
Nadie ha entendido la terquedad de un presidente que, deslumbrado por un pésimo ministro, desoyó las ofertas de los más adinerados que ofrecieron asumir buena parte de lo que produciría una reforma tributaria. Carrasquilla quería esquilmar a todo el que se le atravesara. Pretendía recaudar $30 billones, comprar aviones y derrochar dinero, sin explicación alguna. El presidente, entre tanto, se dedicaba a jugar a la TV y a contratar tardíamente las vacunas contra el covid-19, cosa que nos impidió lograr tempranamente la inmunidad de rebaño e iniciar la recuperación del país.
Duque como buen monomaníaco y arrogante -tremenda mezcla- enfurecía cuando se le advertía sobre la ruta del desastre que tomaba. ¿Qué será lo que quiere Duque?
El pueblo rebotado salió a demostrarle que estaba equivocado, pero su soberbia no le abrió los oídos. Fue dura la semana del 25 al 30, porque no admitió realizar una reunión con la dirigencia del país, con los jóvenes, con los trabajadores, con los partidos. Se le planteó un Acuerdo con un gabinete nacional porque su poder se derrumbaba. “Retire la reforma”, le dijeron en todos los tonos, pero no escuchaba. El expresidente Santos, el Premio Nobel, se ofreció como mediador, pero de él no se puede ni siquiera balbucear su nombre. Otro tanto hizo Ernesto Samper.
El 25 de abril aún era tiempo de evitar la catástrofe, pero Duque solo hablaba de reloj cuando se refería a los minutos contados de Maduro.
Como es costumbre, se encerró con su verdad, su altivez y sus desaciertos, mientras las gentes escogían entre morir a bala o de hambre. Los ánimos ardían porque el gobierno no escuchaba. Los corrillos se fueron conformando espontáneamente, antes de un paro que se había programado para el 28. Y ahí empezó todo. ¡Ardió el país! Y se descubrió que solo se necesitaban $14 billones, que saldrían de los más adinerados. Hoy nadie sabe a dónde vamos a parar. ¡Duque no escucha, pero la calle se hace sentir!
BLANCO: Estados Unidos se muestra de acuerdo en liberar patentes de vacunas anticovid. Colombia podría producirlas.
NEGRO: La carestía que castiga a los más pobres.