¿Qué sigue? | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Enero de 2025

Insiste Petro en que las pasadas elecciones en Venezuela no fueron libres por culpa de las sanciones económicas de los Estados Unidos. (Él las llama bloqueo).

No se entiende entonces por qué Colombia (en plena vigencia de las sanciones) apoyó y promovió las elecciones en Venezuela en el acuerdo de Barbados, del cual fue garante y gran promotor nuestro país.

No. Las elecciones en las que salió vencedor E. González Urrutia fueron libres. El pueblo venezolano le otorgó cerca de 8 millones de votos a Edmundo González, haciéndolo presidente legítimo del vecino país.

Lo que no ha resultado libre fue el manejo posterior que le dio Maduro a los resultados: los falseó y a punta de reprensión y mentiras convirtió el resultado de unas elecciones libres en una burda falsificación democrática.

¿Qué sigue de ahora en adelante en nuestras relaciones con Venezuela?

Una primera claridad es la siguiente: nadie -o casi nadie- considera adecuado romper relaciones con el vecino país en las actuales circunstancias.

Romper relaciones no arregla las cosas y más bien tiende a agravarlas: más inmigración desordenada, más desprotección a las gentes de la extensa frontera, traumatismo en los consulados, desplome de las relaciones comerciales entre los dos países que últimamente muestran un leve repunte (en 2024 el intercambio entre Colombia y Venezuela se acercó a los mil millones de dólares) y más represión.

Y desde luego, normalizar en el futuro las cosas cuando se arranca de una suspensión es mucho más difícil que cuando se comienza de unas relaciones formalmente vigentes. Al fin y al cabo, las relaciones diplomáticas entre dos países son entre dos pueblos y no hay razón para que Colombia desconozca al pueblo venezolano, rompiendo las relaciones diplomáticas.

O sea: nadie sensato está pensando en romper relaciones con Venezuela y en el fondo -excepto algunos extremistas- nadie le está solicitando al gobierno de Bogotá que rompa con el de Caracas.

Pero lo que sí está solicitando cada vez de manera más ahincada es que Colombia mantenga unas relaciones dignas de nuestra parte con el gobierno del ahora usurpador Maduro. Más dignas significa no validarle todo; tener una voz más firme y audible con relación a las violaciones de los derechos humanos y políticos que se siguen dando en Venezuela; y respeto a la oposición.

El gobierno de Chile -con todo y ser un gobierno de izquierda- ha dado una gran lección de dignidad. Que el gobierno de Petro haría bien en observar. Mantener relaciones diplomáticas abiertas no significa mantenerlas con indignidad, que en otras palabras significa tragarse en silencio y validar todos los sapos que provengan del ahora usurpador Maduro y su compañía de conmilitones.

El mundo está lleno de ejemplos de países que con diferencias profundas mantienen relaciones diplomáticas: Estados Unidos y Rusia; los principales países de la Unión Europea y China; ahora Méjico y Estados Unidos; Colombia y Nicaragua.

Las relaciones diplomáticas no se inventaron para que los países que las mantienen piensen igual: son para que los diferendos se puedan ventilar de manera civilizada y pacífica. Eso es lo que permite compaginar la dignidad de cada uno con la búsqueda de la solución de los problemas comunes dentro de los canales diplomáticos.

Todo esto lo debe tener presente Colombia. Hasta que el contencioso entre Maduro que no ganó las pasadas elecciones y la oposición de Edmundo González y Corina Machado que sí las ganó, se resuelva. Como tendrá que suceder más pronto que tarde.   

POSDATA: La propuesta de Álvaro Uribe de una intervención militar internacional en Venezuela, preferentemente avalada por Naciones Unidas dice, no tiene la menor posibilidad de concretarse.

El consejo de seguridad de la ONU donde tienen asiento China y Rusia con poder de veto nunca autorizaría una iniciativa de este género.

La propuesta suena más bien para la galería doméstica, y no quedará en nada como la que propuso de “cascos azules” cuando era gobernador de Antioquia.