RAFAEL DE BRIGARD MERCHÁN, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 2 de Octubre de 2011

El Papa, la prensa, el pueblo

 

DOS  hechos han caracterizado los viajes de Benedicto XVI por Europa. En primer lugar, un ambiente muy hostil de parte de la gran prensa del viejo continente, haciéndole un eco desmesurado a pequeños grupos de sentimientos adversos a la Iglesia. En segundo lugar y como contraste, una inmensa acogida de cada población nacional y también, valga decirlo, de los gobernantes de cada país. Añadamos otra característica y es que el Papa en cada lugar le ha puesto el pecho a los temas más complejos de la Iglesia, de las sociedades, de las personas y también de los sistemas gubernamentales. Lejos de cualquier boato, Benedicto XVI, con sencillez y mucha inteligencia, ha recorrido Europa como verdadero profeta.
Cabe un comentario acerca de la gran prensa en Europa y acaso más allá y más acá de aquel continente. A través de estas posturas tan virulentas la gran prensa resulta ser un instrumento de gran violencia, aunque pose de adalid de la libertad. No se descubre en los escritores de columnas y opinión ningún deseo objetivo por la verdad y acaso ni por el bien común. Se repiten sin cesar lugares comunes, acusaciones refritas, comentarios burlones. Y no se hace ninguna alusión a los contenidos de las enseñanzas del Pontífice, desdeñándolas con una soberbia que revela la verdadera -ninguna- objetividad de la gran prensa y unas posturas que rayan en el fanatismo ideológico que resulta ser de la misma mala índole que el religioso. Un día habrá que reflexionar acerca de quiénes se han refugiado en las salas de redacción de los grandes periódicos porque allí el ambiente es denso.
Y cabe una palabra para la sabiduría que está resguardada en la conciencia de los pueblos. Roma, Madrid, Londres y otros lugares, han sido los escenarios naturales de una gran masa de población que, no obstante la amargura de los medios de comunicación, salen en busca de una palabra importante en boca del Pontífice y la encuentran. Es que, a decir verdad, hoy día ninguna autoridad universal está llamando a los problemas de la vida con nombre propio. Al contrario, los han ido envolviendo en un falso esmalte de normalidad que está por reventar a la humanidad entera. Benedicto se niega a ese juego de falsedades y millones se sienten identificados con él.
¿Será una exageración afirmar que la gran prensa es una gran falsificación de la realidad verdadera para favorecer a unos pequeños grupos? Me inclino por el sí.