RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Noviembre de 2011

 

Se caen los dioses
 
 
Como  si estuviéramos en medio del espectáculo de un gran circo que tiene innumerables actos, todos estamos contemplando lívidos cómo se caen los dioses de este mundo, especialmente en Europa. Quién iba a pensar que la siempre rozagante economía del viejo continente entraría algún día en verdadera debacle y sería a la vez mirada con cierta lástima como se le ve hoy día. Hacían alarde de ser civilizados, de conocer el orden de todo, miraban con desprecio al sur y vivían hasta ayer bajo una sombra increíble de negación. Ahora lloran como doncellas por los tiempos idos.
Tampoco parece que la situación económica de los Estados Unidos de Norteamérica sea muy diferente. Ya sus cifras presupuestarias y las de sus deudas no caben en ninguna calculadora ni pliego de papel. El maquillaje de las grandes corporaciones para disimular sus cuentas perversas y falsas se ha caído y ha quedado a la vista cuánta fragilidad hay detrás de unos gigantes realmente con pies de barro. Muchos de sus dioses -los hombres y mujeres del poder, la riqueza y el lujo- amenazan con lanzarse desde sus rascacielos que más bien parecen arañar el infierno. En el juicio universal todos serán acusados de lo mismo: ambición sin límites, idolatría del dinero, indolencia ante los gemidos de los pobres.
Esta historia es vieja y tediosa, pero siempre cierta. Los dioses creados por los hombres tarde o temprano caen y todos dejan la misma devastación. Riqueza, imperio, revolución, armas, poder, esclavitud, opresión, todo cae tarde o temprano. Lo curioso es ver a tantos y tantos repetir la historia como si a ellos estas idolatrías nos les fueran a pasar cuenta de cobro. 
¿Qué es lo que realmente permanece en la historia? Tema muy interesante. Creo que sólo sobrevive para siempre lo que es fruto del espíritu: las ideas verdaderas, los sistemas de pensamiento, las obras levantadas por amor, lo que se levanta con la rodilla del orante, lo que está pensado en función de toda la humanidad y no sólo de unos narcisos enfermizos. Realmente y pensándolo bien no hay ninguna sorpresa en la caída de los dioses nórdicos. Tanta belleza y tanta injusticia con respecto al resto de la humanidad no podían ser para siempre. Esperemos que estas naciones ahora afligidas no estén preparando sus navíos para volver a saquear al resto del mundo y así llenar de nuevo sus arcas.