Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Agosto de 2015

NAVE SIN BRÚJULA

La bomba en la mano

¿En   verdad a alguien le parece extraño que en colegios y universidades se comercie y consuma droga sin límites? ¿Sinceramente nos escandalizamos de que esto lleve a la muerte de jóvenes? Pero si del Presidente de la República para abajo se viene repitiendo a los cuatro vientos y desde hace mucho tiempo que la droga no es tan mala como la pintan, que cada uno tiene derecho a su dosis personal y que tener matas de marihuana no es delito.

Entonces, ¿qué queremos? Desde las altas esferas de la dirigencia nacional escurre como miel pegajosa un discurso depredador de la condición humana bajo el manto de una supuesta liberalidad que está terminando por ser la estocada de esta pobre sociedad.

La bomba del absurdo ha estallado en las manos de nuestros dirigentes y de sus víctimas que son la mayoría de los ciudadanos. Ha faltado de parte de la dirigencia, de los legisladores, de quienes son cabeza de comunidades públicas una firmeza vertical para llamar las cosas por su nombre y hablar sin cortapisas de las tremendas consecuencias de lo que puede destruir la condición de una persona. Hay un discurso ambiguo, cobarde, acomodaticio que, en mi parecer, deja ver también las tragedias personales que azotan a muchos de nuestros dirigentes y que por este medio quieren justificar y aminorar en sus nefastas consecuencias. No me cabe la menor duda de que tras los discursos legalizadores y permisivos, están personas consumidoras y adictas. Nadie en situación de libertad ante la droga se sentaría a fomentar esta basura antihumana.

La perversa ideología que rige la vida pública colombiana ha logrado también horadar cualquier principio de autoridad y esto ha expuesto a toda clase de abusos y violencias, no solo  a la misma dirigencia, sino sobre todo a la gente más débil e ignorante. Van entrando multitudes enteras en unos paisajes fangosos de donde difícilmente lograrán salir, sin que nadie pueda oponerse o levantar la voz, sin que algún legislador o juez, mucho menos pastor o sacerdote, puedan interponer sus buenos oficios. 

La vida colombiana es como la de una nave sin brújula, sin nadie en la torre de mando filosófico, sin radar para detectar los obstáculos. Lo único admirable es que no se haya hundido … aún.