Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Octubre de 2015

ASEDIADA POR UNA MINORÍA

La familia

Es  absolutamente lúcida la tarea que en estos días lleva a cabo en Roma un nutrido grupo de miembros de la Iglesia en torno del tema de la familia. Es una mirada serena sobre una realidad que tiene que ver con toda la humanidad y que trasciende con creces a una religión o a una nación. Negar que la familia es el soporte de cada persona durante toda la vida, equivale a negar una de las notas distintivas de la condición humana, y no es menos cierto que de su salud, de la de la familia, depende la del resto de la sociedad humana. Casi no existe un ser humano herido que en su lamento doloroso no revele algún vacío familiar.

No obstante lo anterior, la familia está asediada hoy por una minoría que podríamos llamar ilustrada, que se ha dedicado a la tarea de negar las más elementales verdades sobre la condición humana, la complementariedad de los dos únicos sexos, la importancia del único matrimonio, la función unitiva y procreativa de la sexualidad, la radical importancia de que los hijos tengan padre y madre, la insustituible compañía vital de la familia.

Era, pues, necesario que la Iglesia, así sea bastante sola ante la cobardía de tantas instituciones sociales, abrazara a la familia. Es cierto: ni siquiera muchas entidades creadas para proteger la familia lo hacen, sino que fomentan su destrucción con base en teorías depredadoras de la condición humana.

A la honesta mirada humana de la realidad familiar, el sínodo romano antepone la mirada bíblica para recordar el designio de Dios sobre la familia. Los ilustrados no necesitan dios alguno, pues creen saberlo todo. Pero de saber lo que Dios quiere sobre la familia y de ponerlo por obra, depende en buena medida que todos tengamos rumbo y que los débiles tengan protección.

Nos auguramos muchas luces de la voz suprema de la Iglesia, porque es refrescando los ideales que se recupera la esperanza y no destruyendo lo que es fundamental o haciendo experimentos con los seres humanos. Y seguramente habrá una voz también de esperanza y misericordia sobre las familias en dificultades, que no irá nunca en la dirección de su destrucción, sino de los caminos de reconciliación, perdón y reanimación en la tarea de cumplir con los compromisos adquiridos de palabra y con los hechos. La familia está en los planes de Dios y eso no es poca cosa.