Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Febrero de 2015

ESTÁ ADORMILADA

La hora de la conciencia

COMO  un mundo líquido ha calificado un autor polaco la situación actual de la humanidad. Líquido, que no se puede asir, que fluye sin permanencia, sobre el cual es difícil construir. Otros hablan del mundo actual como el de la gran incertidumbre, donde las verdades de siempre ya no parecen tener brillo, los criterios han sido alrevesados y el bien y el mal se entremezclan en una especie de danza macabra. En medio de todo esto está el hombre, el ser humano.  Su existencia se ha vuelto pesada, con una sensación permanente de catástrofe inminente, de desamparo físico, moral, sicológico y social. Aun las grandes instituciones parecen padecer de la misma incertidumbre y ni siquiera las que portan armas de fuego están seguras de que eso proporcione paz o equilibrio para todos.

Los tiempos que corren les están pidiendo a gritos al hombre y a la mujer que recurran a su conciencia, a su vida interior para resolver la vida satisfactoriamente. La densidad del ambiente que envuelve hoy la vida ha opacado el uso de la conciencia, de ese ser conocedor de sí mismo y de lo que nos rodea. La conciencia ha sido adormilada y en ocasiones su situación es de censura tras una falsa apariencia de libertad en el ambiente. Y resulta que mientras cada ser humano no desarrolle en buena medida su conciencia, la forme y la ejercite guiándose por ella, será el más frágil de los seres y estará a merced de todos los depredadores con que está dotada la vida moderna. Cada vez es más claro que la liberación plena del ser humano pasa inexorablemente porque sea capaz de ser sí mismo y de no hipotecar su ser a nada ni a nadie.

El desenlace de la vida de Jesús, especialmente a partir de Getsemaní, fue exactamente el fruto de un entrar profundamente en su propia conciencia, en el conocimiento de sí mismo, de la misión recibida, y lanzarse a la meta buscada, no obstante mil dificultades dolorosas. Este camino de saber de sí mismo lo llevó también al reconocimiento pleno del Padre de todo lo creado y así su horizonte se hizo el más amplio que nunca tuvo persona alguna. En la hora de la conciencia que está pidiendo la naturaleza humana hoy día a cada hombre y a cada mujer está la única posibilidad de volver a ver todas las posibilidades que se dan en el corazón humano. Pero sin ejercitar la conciencia cada persona casi que pierde esta categoría.