Rafael de Brigard, Pbro. | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Noviembre de 2015

TRATO INJUSTO

Colombia como desierto

A  muchos colombianos y colombianas nos da la sensación de que estamos caminando por un desierto social, es decir, en medio de un ambiente que nos ha quitado las sombras protectoras de la ley, la Constitución, los valores, la religión. Unas minorías llenas de poder han copado el Estado, el Legislativo, el aparato judicial, las columnas periodísticas, las oficinas de gobierno y han talado todo el bosque axiológico que daba sombra y alimento a la mayoría de la población.

No importa lo que crean y piensen las mayorías pues la fuerza de la ley, la de las armas y la del tumulto callejero son las que determinan lo que se debe hacer y obedecer.

La deforestación ha sido implacable. El proceso de paz actual parece apuntar a arrasar con todo sentido de justicia y reparación y sobre las víctimas se montará la carpa del circo de los victimarios. La actuación premeditada de la Corte Constitucional ha ido desmontando las suaves sombras de la familia, de la protección a la vida, del ejercicio de la religión, de la autoridad paterna, etc. La Corte ha ido mutilando a los colombianos con una sutileza digna de una novela de terror. La corrupción, doquiera se encuentre, ha horadado la base de los árboles más frondosos y ha llenado de desconfianza y rabia a los ciudadanos de a pie, que ven cómo los frutos que eran de todos ahora son de unos pocos. Cada colombiano no espera sino que los atropelle cada día un nuevo desmán de alguien que se ha tomado por asalto todo poder y fuerza.

Pero este desierto humano y espiritual también ha crecido porque los que creemos en Dios, en la ley justa, en la paz integral, en la ética a todo nivel, no nos hemos movido con suficiente convicción y decisión. A cada golpe que nos dan nos echamos para atrás y nos atrincheramos en algún hueco del bosque, en lugar de pararnos firmes y dar la pelea contra la depredación a la que estamos siendo sometidos sin clemencia. Sin embargo, hay que anotar que esta arremetida “ilustrada” contra el sentir del pueblo colombiano puede ser también la semilla de otras violencias pues el cuerpo social herido y maltratado se cansará algún día de este trato injusto y cínico. Porque, además, la próxima exhibición de guerrilleros sentados en despachos y curules no hará sino profundizar el malestar. Atravesando desiertos, como el viejo pueblo de Israel, al pueblo colombiano le conviene recordar lo esencial de su identidad y protegerla con todas sus fuerzas. Pero, ¿quién será el Moisés de esta gesta?