RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 1 de Julio de 2012

Un americano en Roma

El Vaticano ha llamado a un americano para que lo asesore en asuntos de comunicación. Se trata del periodista Greg Burke, quien ya había trabajado en Roma como corresponsal de Fox News. Conoce de los vericuetos de la Curia Romana. En entrevista a un diario italiano Burke trazó líneas de acción hablando de hacer avanzar una antigua máquina comunicativa, aportar su procedencia anglófona y preparar cuanto ha de ser comunicado. Palabras más, palabras menos, este comunicador deja entender que desde el centro de dirección de la Iglesia Católica hay toda una tarea por hacer respecto a su comunicación con el resto del mundo.

Nos asiste a los católicos y quizás a todo el mundo el derecho de sorprendernos por la forma como se maneja todavía la información, la presentación, el lenguaje, la divulgación de todo lo que pasa en el centro directivo de la Iglesia. La sensación general, y de esto dan testimonio muchos periodistas, es la de una pesadez poco atractiva y que no llama a divulgar sino lo escandaloso y pesaroso para la misma iglesia. Pero el diario acontecer de la Iglesia, en sus enseñanzas y obras, está tan pobremente presentado, tan secretamente custodiado, tan encriptado en una lengua muerta, que a veces se puede crear la sensación no de una asamblea abierta de creyentes en Dios, sino de una sociedad secreta que causa más intrigas que amor.

La Iglesia romana nunca ha mirado con mucha admiración a la sociedad norteamericana y quizás tampoco a la Iglesia que misiona allí. Esto no ha permitido aprovechar debidamente, aunque sí financieramente, toda la sabiduría, inteligencia y gerencia que hay en el estilo de vida y trabajo de los norteamericanos y de su misma Iglesia. Por el contrario, sigue predominando un estilo italiano farragoso, lento, cortesano, bastante inapropiado para los tiempos que corren… y allá en las siete colinas el tiempo parece haberse detenido.

Son ya demasiados los años en los que el mundo entero y los fieles mismos de la Iglesia le llevan pidiendo a la santa institución mejorar, sobre todo, su comunicación. Pero hay una sordera ante esta petición que a veces irrita al más paciente de todos. Pudiera ser que este hombre llegado de un mundo moderno y  que vive esencialmente de la comunicación, encuentre buen recibo en una ciudadela que, para colmos, está amurallada. Tal vez sea el nuevo Josué ante Jericó.