Demasiado poder
No terminan las noticias acerca de personas que tuvieron o tienen demasiado poder y que por esa razón han cometido toda clase de despropósitos contra la sociedad entera. Además de una fragilidad ética absolutamente evidente, hay en estos individuos una sensación de poder ilimitado, dada por los cargos mismos que ocupan, pero también por la forma ligera en que se les delegan mil funciones y tareas creando en ellos unos aires de omnipotencia difíciles de limitar. Alrededor de estas personas se crea una sensación de incuestionabilidad que no hace sino abrirles más y más las agallas para depredar en cuanto terreno se les permita hacer presencia.
Dos son los problemas de fondo que no permiten ser optimistas en el cercano plazo. El primero consiste en que el cuerpo social no reconoce y casi que ni admite la posibilidad de que exista una ética, por no usar la palabra moral, de adhesión obligatoria para todos. Argumentar moralmente puede ser hoy incluso causa de incriminación. El segundo tiene que ver con el tamaño descomunal que ha adquirido el poder en ciertos sectores de la vida social o política. Así, sobre una sola persona pueden reposar hoy día unas facultades que la convierten en una especie de diosecillo, muy posiblemente malévolo. En este dar a una persona tanto poder hay un craso error de las comunidades humanas.
Esto último es bastante frecuente. Es como si no hubiera más personas capaces de hacer cosas importantes y entonces empiezan a acumularse sobre una sola toda clase de cargos, responsabilidades, presupuestos y poderes. Difícil que alguien no sucumba a la tentación de abusar de tanta exaltación. Y como es usual en el pensamiento actual, muchos de los elegidos para acaparar el poder piensan que están allí para aprovechar y lo hacen de qué manera. Así, entonces, que no se den abusos y crímenes con el poder depende también de que no se permita a nadie acumular demasiado y que tenga sus contrapesos muy a la vista. Es una verdadera tontería eso de pensar que hay seres iluminados, dotados de superpoderes, más capaces en todo que todos. Y es también una falta de sensatez empeñarse en endiosar a las personas, a cualquier persona, porque de pronto el halagado se lo cree. Con frecuencia se les pone a los ratones el queso en frente y después hay lamentos porque se lo comen todo.