Los buenos vientos en la reactivación de la economía y la vacunación contra el covid parecen acompañar esta Navidad con optimismo. Se viene el año electoral y ya comienzan a alinearse las coaliciones para escogencia de candidato a la presidencia, junto con los candidatos que seguirán por fuera de alianzas y de manera independiente.
Los candidatos se enfrentan entonces a la brecha entre aquello que quieren hacer y aquello que realmente podrán hacer. Puede haber algunos que inflen sus propuestas con cosas bonitas para el oído de los electores y se alejen de verdaderas posibilidades, si se trata de candidatos populistas. A ellos hay que descubrirlos.
Sin embargo, el querer hacer y transmitir la voluntad de cambio, que lleve intrínseca la capacidad de mejora, es siempre la motivación principal del elector y necesariamente el ingrediente de cualquier campaña electoral.
Los primeros debates a los candidatos a la presidencia parecen moverse con énfasis basados más en la continuidad que en un cambio diferenciador y otros se alimentan de argumentos populistas.
La razón principal de la democracia sería poder escoger entre quienes manejen mejor el equilibrio entre el deseo y las posibilidades. Pero sabemos que las emociones entran en el juego y de ellas se aprovechan en especial quienes quieren despertar los sentimientos con propuestas no viables a la hora de la verdad.
Es cierto que el próximo presidente recibirá un país que sobresale por la resiliencia de su economía, capaz de levantarse con fuerza, luego de abordar la pandemia, con un crecimiento del 9.7% esperado para este año, cifra que pone a Colombia en el tercer lugar entre los países de la OCDE, que incluso puede superar el buen dinamismo que venía del año 2019.
También es cierto que factores de riesgo como los efectos de una variante del Covid-19 y la persistencia de una tasa de desempleo que bordea el 12% -con mayores dificultades las mujeres y jóvenes- unida a casi la mitad de la población económicamente activa en la informalidad; las presiones inflacionarias; un déficit fiscal cercano al 8% del PIB (no obstante se haya tocado ya un superávit fiscal primario); el mayor endeudamiento externo con una deuda pública cercana al 62% y el déficit en Cuenta Corriente, son cartas, abiertas sobre la mesa, que va a recibir el próximo presidente.
En esta complejidad económica, sin abordar nuestros problemas de seguridad y justicia y sociales, hay que exigir hablar con la verdad. A su vez, no se puede permitir caer en el negativismo o adanismo, en otra actitud populista que gusta de señalar el fatalismo y anular el mejor estar de muchos hogares, esto sin dejar de pensar en cómo permitir que otros miles puedan superar condiciones de pobreza.
Es propio pedir, en esta Navidad, por una profunda reflexión de Colombia ante el próximo voto para la presidencia de la República, cuya escogencia sea positiva, sorda a mensajes populistas que lleven a perder el impulso, con cambios relevantes pero posibles. Ojalá sea este visor de todos los electores. ¡Feliz Navidad 2021!