LA oposición está de fiesta en el Congreso por cuenta de la renuncia del ministro de Defensa, Guillermo Botero, que se vio envuelto en el escándalo que se armó por no haber conocido a tiempo, ni informado los alcances de un bombardeo ocurrido en el Cauca, en el cual por desgracia murieron algunos niños. Resulta que los que resolvieron hacer el debate de moción de censura contra el ministro por dicho asunto, no se preguntaron qué hacían los niños en una zona de combate. Es la guerrilla la que durante décadas ha reclutado niños que son usados como escudos por los alzados en armas. Es precisamente la recluta de jovencitos o su utilización sin que los mismos están al tanto, como el adiestramiento de menores por cuenta de los subversivos lo que lleva a situaciones como esa, que en un bombardeo mueran inocentes. Otra cosa distinta es cuando los jovencitos portan armas y visten uniforme, puesto que se convierten en combatientes, por lo que no se pueden amparar en ser menores de edad, que no parce ser este el caso.
La situación en el Cauca es una de las más dramáticas y penosas del país. Allí se vive la pesadilla de la confluencia de múltiples conflictos. Por un lado, algunos indígenas trabajan con los subversivos, en tanto otros grupos son contrarios a las directivas de las fuerzas que se dicen revolucionarias. Así como un parte del conglomerado indígena se proclama dueño de casi todos los territorios del Departamento, por lo que no respetan los títulos legales de la tierra. En otro bando se encuentran los cocaleros y los raspachines, como los que se dedican a la minería ilegal.
El Ejército debe actuar en el Cauca con sumo cuidado y tener especial cautela en algunas zonas donde el terreno está sembrado de minas. Son numerosos los soldados que han muerto o han sido heridos en combate, casi, invariablemente, por defender la sociedad civil y en especial a los niños víctimas de la violencia subversiva. Las fuerzas militares defienden a los pobladores del Cauca sin importar su rango, raza, condición y papel en la sociedad. Lo que no parecen entender algunos agentes de la oposición en el Congreso, es que en el Cauca no han tenido ni un día de paz, ni antes ni después de los acuerdos de paz en La Habana con las Farc.
El Cauca es, una de las zonas de Colombia, en donde la población de menores recursos vive en condiciones casi que infrahumanas y donde en algunos pueblos olvidados de Dios los bebés reciben un tetero con cerveza a falta de leche materna. El atraso es penoso y por cuenta de la violencia la infraestructura no progresa, ni avanza la seguridad, no se conoce el desarrollo ni la paz social. Algunos políticos de la región se regodean con la corrupción. Entre algunas tribus la hostilidad a la fuerza pública es cada vez mayor e impiden a los soldados entrar a sus resguardos, donde apenas impera la autoridad tribal. Por supuesto, no sería de sorprenderse si de nuevo se organizan marchas indígenas que tendrían el influjo subversivo e intentarían ser de liberación. En una región en donde la violencia intimida a las gentes, los impulsa también en ocasiones a la hostilidad contra las fuerzas del orden.
Quién conozca la tensa situación y los crímenes que de continuo cometen los violentos en el Cauca, sabe de sobra que por allí no ha llegado la paz y que, en los caminos, en las veredas, en los pueblos en dehesas, en la parte selvática y en las montañas acecha la violencia y el ataque cobarde contra los labriegos y las gentes de bien. Hablar de la paz en el Cauca no pasa de ser un chiste cruel. La paz allí está por hacerse y pasa por la acción militar, frente a sectores subversivos muy bien organizados y armados, que reciben el apoyo de terceros países.
El ministro Botero podía haber hecho un análisis de fondo sobre la violencia en el Cauca, por supuesto sin poner en peligro los planes del Estado Mayor, ni la seguridad de sus tropas. Por los recientes relevos en la inteligencia militar la prudencia en materia de información es algo apenas elemental. El ministro Botero sabía que su deber era combatir a los alzados en armas. Lo mismo que tenía muy en claro que la tragedia con los niños obedeció a una trampa de los alzados en armas, que son los responsables de reclutarlos, por lo general a la fuerza.
El senador Roy Barreras es un eficiente legislador. Lo ha sido cuando ha estado con gobierno amigo, como lo fue del presidente Álvaro Uribe y después de Juan Manuel Santos. También es un elocuente opositor. Más él sabe que primero está la seguridad de Colombia, la de los soldados y la de la población civil, por lo que no podemos caer en una doctrina perniciosa y suicida de la inmovilidad de las tropas en las zonas calientes, puesto que llevaría al derrumbe de la seguridad nacional y el triunfo sangriento de los subversivos.