En reciente artículo titulado #ApoyoLaEmpresaNacional y refiriéndose a la finalidad de la empresa, el presidente de la ANDI dijo: “Las empresas son, ante todo, el principal vehículo para generar desarrollo social. El empleo, los productos y servicios, el pago de impuestos son quizás la principal expresión de su función social y de generación de bienestar en la sociedad”. De esta manera, Mac Master buscó recordar la legitimación social de la empresa. Pero el planteamiento es insuficiente para la relegitimación de la empresa que va a exigir la sociedad pospandemia.
Hoy día en la mayoría de los empresarios se observa una actitud frente a su trabajo que da pie para pensar que desconocen cuál es el estatus moral y social de su profesión, por la comodidad que ello les brinda dentro del “statu quo” de la economía neoclásica. Y en esto la socioeconomía le puede dar al empresario razones para ver con orgullo y autoestima su quehacer profesional, lo cual surge de repensar el fin de la empresa. Así como prevenir la enfermedad y curarla es el fin de las profesiones sanitarias, y la transmisión de conocimientos y la educación integral el de la docencia ¿cuál es el fin de los empresarios?
La actividad empresarial y productiva tiene unas metas precisas que cobran sentido y legitimidad social en la medida en que los bienes que persigue son internos a ella: bienes sociales que ninguna otra profesión puede proporcionar. Lo que dignifica la profesión del médico y del educador es el motivo por el cual una persona la ejerce: la salud y la cultura. Ninguno de los dos podría, por ejemplo, justificar su mala práctica alegando que ejercen la profesión para ganar dinero, pues la sociedad se lo reprocharía fuertemente. De modo análogo, la finalidad del empresario no puede ser el dinero, la ganancia. Entonces ¿qué bien social persigue?
La economía neoclásica responde diciendo que es la generación de riqueza (puestos de trabajo, productos, inversiones, impuestos etc) para lo cual el beneficio económico es el bien mediato. Es decir, asume que el beneficio es un mal menor no finalista, pero el carácter finalista del beneficio en la empresa neoclásica es estructural, aunque no lo sea del empresario. De cualquier manera, el planteamiento neoclásico priva a la profesión de estatuto social legitimador: ¿es el dinero afín a la salud y la cultura?
Por lo anterior, José Pérez Adán, intelectual de la socioeconomía, propone explicitar que el bien que persigue el empresario es triple y noble en sus tres partes:
1.- Producir los mejores bienes y servicios en vista de la dignidad de quienes los van a utilizar.
2.- Suministrarlos y hacerlos accesibles al máximo número posible en vista de la salud y provecho que esos bienes y servicios van a procurar.
3.- Mantener esta actividad durante el mayor tiempo posible en vista del efecto multiplicador que la permanencia produce en el número de clientes y usuarios.
Así entendida, la empresa tiene una finalidad profesional y, por supuesto, socialmente legitimada.