Ha hecho bien la ministra de Minas y Energía al anunciar que se ha constituido una comisión de científicos que debe dar un veredicto técnico sobre las conveniencias y riesgos del fracking.
Sobre esto no hay ni debe haber dogmas. Y debe ser un juicio eminentemente técnico -como el que se supone dará la comisión de técnicos anunciada por la ministra- que diga la última palabra.
Es cierto que el fracking puede entrañar algunos riesgos, sobre todo ecológicos y ambientales. Pero son precisamente las cautelas técnicas que habrán de rodear su utilización las que moderarán o eliminarán dichos riesgos.
Lo que viene sucediendo en Estados Unidos, tal como lo ilustró un reciente editorial del The Economist, es bastante aleccionador. Este país sobrepasa actualmente a Arabia Saudita y a Rusia como productor de crudos. Y ya ocupa el primer lugar en el mundo, gracias en buena parte al apoyo que a la producción de crudos le ha dado el fracking durante la última década. En el pasado mes de junio los Estados Unidos produjeron el 13% del crudo mundial, lo que equivale al doble de lo que producían hace una década.
De otra parte, el fracking, junto con la producción de energías renovables puede ser una respuesta inteligente al agotamiento de las reservas que tanto en petróleo como en gas comienzan a hacerse extremadamente preocupantes en Colombia. Según recientes declaraciones del vicepresidente de desarrollo y producción de Ecopetrol “los yacimientos no convencionales tendrían la capacidad de aportar entre 2.4 y 7 billones de barriles de petróleo. Esto significaría que en petrolero pudiéramos estar triplicando las reservas del país y de esta forma, estaríamos pasando de 5.7 años a más de 15 años de reservas en petróleo. En gas pasaríamos de 3,8 a más de 10 trillones de pies cúbicos, garantizando reservas por más de 30 años”.
Lo que está en juego, pues, con el desarrollo de las fuentes no convencionales, incluido el fracking en nuestro país, no es asunto de menor cuantía. Quizás allí esté la clave para definir si en los años venideros vamos a ser autosuficientes o nuevamente dependientes de las importaciones, como lo fuimos en menesterosa circunstancia a comienzo de los años 70 del siglo pasado.
El decaimiento de Venezuela como productor de crudos debido a la incuria con que el gobierno de Maduro ha manejado a Pdvsa, la incertidumbre sobre la producción en Irán cuando próximamente entren en aplicación las sanciones que le ha impuesto el gobierno americano, y en general, la difícil situación geopolítica del Medio Oriente y de algunos países africanos productores del crudo, no debe hacernos olvidar la importancia estratégica que tiene no volver a caer en la dependencia de crudos importados.
De otra parte, las estimulantes noticias que se recibieron esta semana sobre la recuperación de las utilidades de Ecopetrol que, entre otras cosas, constituyen un bálsamo providencial para las finanzas públicas, se han logrado gracias a que por virtud de los buenos precios prevalecientes y a la política petrolera del país tenemos excedentes de exportación. Todo esto desaparecería en un escenario de altos precios donde tuviéramos que jugar en el mercado petrolero ya no como exportadores sino como importadores netos de hidrocarburo.
De manera que si vamos a hacer fracking o no en Colombia no debe volverse un beligerante eslogan de los ambientalistas. Debe ser el resultado de un examen técnico y científico cuidadoso, como el que habrá de proferir la misión de científicos que se ha creado. Y si su recomendación es positiva sobre las cautelas ambientales que deban tomarse para que pueda hacerse compatible el fracking con buenas prácticas ambientales y de protección de aguas.