RICARDO EASTMAN DE LA CUESTA | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Octubre de 2011

La corrupción
Dilma  Rousseff ha despedido cuatro ministros en pocos meses. Todos acusados de corrupción. El último salió en horas, responsabilizado de utilizar el conductor oficial en labores domésticas. No se robó la calle 26, no adjudicó la doble calzada Bogotá-Girardot, no saqueó las finanzas de la Empresa de Energía de Pereira, no participó en el desastre financiero de las concesiones de transporte masivo en Barranquilla, Cartagena, Cali o Bucaramanga.
La Presidenta no se detuvo a pensar si el ministro era de buena familia o gran persona en la sociedad. Si era amigo o colaborador en la campaña presidencial. Simplemente lo despidió. Como lo había hecho con su ministro principal y los de Transporte y Agricultura. Sin miramientos, actuando en defensa de la moral pública. Con claros principios éticos.
Tampoco le importó que fueran amigos y también colaboradores de Lula da Silva, su mentor. Y Lula no ha abierto su boca, en contravía de lo ocurrido entre nosotros con el ex presidente Uribe protegiendo a quienes mal sirvieron.
Menos tuvo en cuenta que la acusaran de atender a los medios de comunicación, de donde salieron los señalamientos a los funcionarios de gobierno. Y desechó el camino de irse contra la prensa, defenderse afirmando que los medios tenían motivaciones políticas o antipatrióticas para cuestionar. Los oyó, valoró y procedió. Una gran lección para jefes de Estado como Chávez, Kirchner o Correa, quienes prefieren destruir a la prensa con tal de proteger sus entornos.
Chávez desvía miles de millones de dólares, y cuando lo señalan contesta diciendo que los medios son pagados por el gobierno imperialista de Washington y por la DEA. Doña Cristina embolató US$ 160 millones que dizque entregaron a la organización de las Madres de la Plaza de Mayo para construir vivienda. Correa se va con todo contra los periódicos de oposición, así su hermano Fabricio haya aceptado tener contratos por más de US$ 300 millones.
El presidente Santos ha facilitado las investigaciones sobre el gobierno anterior. Falta saber cómo procederá cuando los cuestionados sean sus ministros y sus altos funcionarios. Ahí podremos conocer la casta política y moral de nuestro actual mandatario.
Hay que recordar que la corrupción cuesta a Colombia bastante más que la lucha contra la subversión. Por simple sanidad económica se requiere de mano firme para controlar cualquier acción de los corruptos, siempre listos a aprovechar la primera oportunidad.
En la discusión de cuál posición es mejor, no cabe duda que para proteger a la sociedad es preferible actuar con algo de precipitación y no dejar en manos de “largas investigaciones” la decisión de sancionar gestiones discutibles. La cultura del todo vale no puede prevalecer en nuestras naciones. La rectitud es ejemplo que deben dar los principales dirigentes; de lo contrario, el pueblo observará como válida cualquier acción en función de su aplicación en las altas esferas de poder.