Ruido de sables en Brasil | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Mayo de 2020

Por ahora, interrumpo los comentarios sobre los postulados desarrollistas de Álvaro Gómez, para comentar la política de Brasil, que debiera suscita el mayor interés

A diferencia de otros países de la región donde existen reservas sobre la gestión de los militares en las etapas en las cuales han gobernado, en el vecino país se les agradece el notable aporte al desarrollo que han tenido durante los largos periodos de mando de facto en el país. Los militares profesan un gran sentido nacionalista y mantienen una viva concepción geopolítica, sobre la misión que deben cumplir en mantener el orden y fomentar el desarrollo en las ocasiones en las que han debido suplir el vacío de poder que causan las disensiones civiles, dada en especial la alta capacidad profesional que los distingue. En la actualidad Jair Bolsonaro, un exmilitar, que tiene un sentido misional de la política, llegó al poder a la cabeza de un partido minoritario y casi desconocido, tras estar por largo tiempo en el legislativo en donde poco podía hacer por su país, dada la cantidad y diferencias ideológicas, regionalistas y de todo tipo que alientan los partidos políticos.

Su papel en la oposición a ultranza durante el régimen de corte socialista, le permitió mostrar que tenía carácter y que podría facilitar una salida castrense con el fin de depurar la política afectada en grado superlativo por la corrupción de los socialistas de Lula da Silva. El ex militar y confeso defensor de los regímenes militares, consiguió casi que de manera inesperada el apoyo popular, que lo llevó a la Presidencia de la República.

Signado por un sistema de gobierno federado y por la oposición sistemática que le hace la izquierda, determinada a sacar de la cárcel a Lula, como de volver al poder, el presidente Bolsonaro ha nombrado a todo un equipo de destacados militares en el gobierno y algunos analistas consideran que el país va como en un tobogán al golpe de Estado. Al contrario, el golpe militar es en cámara lenta y a la vista, copando las instituciones y se asienta en el día a día, bajo la espada de Damocles de lo que pasara con la pandemia del Covid-19.

Brasil, no es solamente el país más grande de la región, sino una potencia. Algunos datos económicos son elocuentes:

La agricultura y la ganadería corresponden al 31% del total exportado en 2010 y emplea unos 19 millones de personas, lo que representa el 21% de la población ocupada.

Posee el 22% de las tierras cultivables del planeta

Es el primer productor mundial de café, de zumo de naranja y azúcar.

El tercer exportador mundial de productos agrícolas

Es el segundo mayor productor de carne vacuna y el tercero en carne de pollo, y el primer exportador mundial de los mismos.

Cuenta con 200 millones de cabezas de ganado.

En lo industrial tiene con 28 grandes plantas siderúrgicas, es el noveno productor mundial de acero y el primero de nuestra región, se calcula que genera el 88 % de la producción del continente y consume 186 millones de toneladas.

El año pasado produjo 3.6 millones de vehículos.

Es el principal productor de aeronaves del mundo.

Es uno de los más grandes productores de estaño, bauxita, manganeso y oro, cuenta con minas de diamante y ricos yacimientos de petróleo.

La explotación minera es gigantesca y cuenta con variada inversión extranjera, en especial de China.

Posee un poderío energético de los primeros en el mundo. Su infraestructura en carreteras, ferrocarriles y aeropuertos es formidable y son competitivos en alta tecnología.